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Un saco lleno de votos

Francisco Pomares

 

 

El poder lo cambia todo, incluso a quienes lo ejercen: arrasa con sus ilusiones, amordaza la autocrítica, ensoberbece y hace olvidar todo lo que uno ha dicho que cambiará, que no hará, o que hará de forma distinta. Durante bastantes legislaturas, los socialistas han sido muy críticos con los viajes a Cuba y Venezuela en busca de votos…

 

Es verdad que en las tres últimas elecciones, con la aplicación del sistema del voto rogado (la necesidad de solicitar votar antes de poder hacerlo), a los políticos dejó de interesarles hacer esos viajes al sudor agrario y tropical del subdesarrollo, que antes se prodigaban no sólo desde el Gobierno de Canarias, sino desde las instituciones insulares de las islas menos pobladas (El Hierro y La Gomera) o desde algunos municipios de Tenerife y La Palma. El voto del exterior tiene un efecto mágico sobre las circunscripciones pequeñas, donde un centenar de votos de más inclinaba unas elecciones en una dirección o en otra. Con la aplicación de la Ley D’Hont, los últimos puestos a repartir en sitios como El Hierro o Buenavista del Norte o Garafía, podían depender de un pequeño puñado de votos.

 

Es cierto que en general, los canarios del exterior votan más o menos igual que los del interior. Cuando gana el PSOE las elecciones en España, la mayoría de los votantes de fuera suelen votar al PSOE, cuando gana el PP suelen votar al PP y en Canarias siempre hay un porcentaje importante que vota a los nacionalistas. Pero una minúscula diferencia a favor de unos u otros puede cambiar las cosas. En ocasiones ha sido esa diferencia la que daba un diputado más a Casimiro Curbelo, para felicidad de sus entonces compañeros socialistas. Para lograr esos votos, Curbelo implementó una presencia constante en Venezuela, con una oficina del Cabildo gomero, que se ocupaba de atender a los gomeros de Caracas. Lo mismo hizo el Gobierno de Canarias en tiempos de Román Rodríguez, Adán Martín y Paulino Rivero, cuando Efraín Medina gestionaba muy eficazmente los recursos del Gobierno y el voto de cientos de canarios. También el PP se ocupaba de sus propios votos, a través de la red clientelar de las casas canarias de más postín. En Venezuela y Cuba, el voto es muchas veces un asunto menos privado de lo que debiera: grupos, familias y comunidades de canarios votan en bloque lo que deciden sus líderes o patronos, y nadie –nunca, y menos en Galicia y Canarias- desdeñó esos votos. Era tal el escándalo y el fraude, con sacas de votos perdidas (o encontradas), que el Gobierno de Zapatero optó en los meses finales de su última legislatura por mandar a parar. Se acordó un sistema entre los grandes partidos que exigía a los inscritos en el Censo Electoral de Residentes Ausentes, pedir primero permiso para poder votar antes de ejercer el sufragio. El sistema acabó de golpe con la golfería institucionalizada, pero también provocó el hundimiento de la participación electoral de los emigrantes y sus descendientes. Frente a los más de veinte mil votantes canarios o hijos de canarios de 2007, en 2019, votaron menos de mil de los 115.000 censados sólo entre Cuba y Venezuela. Y eso perjudica siempre más al que manda, al que tiene recursos para amorosar el voto. Por eso, el Gobierno de Sánchez ha vuelto a cambiar el sistema, y hace tres meses el BOE publicó el fin del voto rogado vigente desde 2011. La reforma suprime el derecho de los residentes ausentes a votar en Ayuntamientos y Cabildos -eso concentra la pelea en las elecciones regionales- y es además muy ambiciosa: permite descargar papeletas por internet, habilita más centros para votar en urna –uy, uy, uy…- y establece tiempo extra para que la gente pueda ir a votar y también para recontar los votos emitidos. Ya se verá la cantidad de resultados que este procedimiento de ahora (el de antes de la supresión de los fraudes, pero más elástico aún) modifica en las candidaturas al Parlamento de Canarias.

 

El presidente Torres está muy ilusionado con su viaje a Cuba y Venezuela, pero no por poder vestir la guayabera (le sienta muy bien) sino por las oportunidades que brinda la eliminación de las trabas burocráticas que supone el regreso a los tiempos de las sacas mágicas. Ayer, desde la Habana –un país, como Venezuela, poco cumplidor de las garantías para el voto limpio- el Gobierno calculaba que con el nuevo sistema votarán alrededor de 40.000 canarios. Yo creo que es un pronóstico bastante salvaje, pero si ocurriera, sería un terremoto: esos 40.000 votos –muchos de ellos de las tres islas menores de la provincia tinerfeña- pueden modificar sustancialmente los resultados del recuento en territorio canario. Pueden hacer bailar uno o dos o tres diputados de las islas menores. Habrá que estar muy pendiente de lo que –si nadie lo remedia- puede ser un pufo monumental.  

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