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Una ‘respuesta proporcionada’

Francisco Pomares

 

El Papa Francisco rompió ayer la tradición protocolaria de los modos vaticanos -y también de paso su calculada moderación en la interpretación de las responsabilidades de la guerra- para exigir a Putin el fin de la invasión, en una reflexión pública antes el rezo del Ángelus en la plaza de San Pedro, en la que fue muy claro al denunciar el peligro de guerra nuclear que se cierne sobre el planeta.

 

Quizá sea Bergoglio el primero hombre público de nivel que admite explícitamente la contingencia de una guerra nuclear devastadora, como consecuencia de la sucesión de victorias de las tropas ucranianas sobre el ejército ruso. Pero desde luego, no es el único que ha hablado extraoficialmente de este asunto. Desde la primera amenaza de Putin de utilizar armamento nuclear si Rusia se ve amenazada, en todo el mundo se hacen conjeturas. Putin está acorralado, sufriendo una derrota tras otra, si cabe más humillantes para él desde que –como aseguran los servicios de inteligencia británicos- es ahora quien dirige personalmente las acciones militares. Su advertencia reiterada de que el uso de armamento nuclear no es un farol plantea preguntas de muy difícil respuesta…

 

La primera es si será capaz de utilizar armamento nuclear en una guerra convencional. La sicología de Putin es compleja, es un hombre formado en las técnicas de la desinformación y la manipulación, logró consolidar su poder gracias a las masacres en Chechenia para responder a atentados que él mismo precipitó y que provocaron la muerte de centenares de sus compatriotas. No parece que si renuncia al uso de armamento nuclear sea por problemas de ética o moral. Si lo hace, será probablemente por temor a la respuesta de EEUU. En un mundo en el que sólo él dispusiera de arsenal nuclear, es probable que ya lo hubiera utilizado. Si no lo ha hecho es sin duda por temor a recibir una ‘respuesta proporcionada’ por parte del club nuclear occidental.      

 

Y eso nos lleva a la segunda pregunta: ¿Qué sería una ‘respuesta proporcionada’ ante el uso de la bomba atómica en Ucrania? Probablemente la respuesta depende de demasiadas variables. Hasta los más radicales apoyos de Putin, cuando hablan abiertamente de arrasar Ucrania con armamento nuclear, se refieren a armamento táctico. Nadie piensa que Putin quiera desencadenar una tercera y última Guerra Mundial. Teóricamente, el recurso a la bomba sería entonces más una terrorífica advertencia del poder destructor de Rusia que apretar el botón de inicio del fin del mundo. Pero el uso de armas nucleares –por tácticas o limitadas que lleguen a ser, sería devastador para la economía mundial- es un desafío a la comunidad internacional, y especialmente a los países que hoy disponen de sus propias ojivas, no sólo en el mundo occidental, también China, la India y Pakistán. Porque las armas atómicas existen para no ser usadas nunca, y el primero que rompa esa regla crea un precedente ante el que resulta inevitable reaccionar. Por eso, si Putin enciende la mecha, recibirá lo que el presidente Biden ha calificado en público, y le ha trasmitido al propio Putin, como una “respuesta significativa”.

 

Eso implica una serie de opciones, que van desde una guerra abierta contra Rusia por parte de la OTAN, convencional o con respuesta táctica nuclear, a un incremento exponencial de la ayuda a Ucrania, quizá aportando incluso efectivos militares de la OTAN. La primera opción supone una escalada irreversible de la guerra, y la segunda es también un callejón sin salida que lleva inevitablemente y más tarde o más temprano a la primera.

 

Quizá porque no existe ‘respuesta proporcionada’ que sea capaz de mantener la situación dentro de los límites de un conflicto local, la mayor parte de los aliados equidistantes de Putin –China y la India, principalmente- llevan semanas poniéndose de perfil, dejando a Rusia cada vez más aislada, con la única compañía de Irán y Corea del Norte, dos países instalados en la retórica bélica antioccidental.

 

No existe respuesta que garantice evitar el riesgo de una conflagración global. Por eso, lo que haya que hacer es mejor hacerlo antes de que Putin desate la escalada: rezar con el Papa, por la paz, o –ya puestos- pedir para que alguien del círculo de poder del Kremlin decida frenar esto antes de que sea demasiado tarde.

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