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Verdades de Mena

Francisco Pomares

 

 

José Julián Mena esperó el miércoles a que volviera la luz para dar la rueda de prensa más esperada de sus cinco años de mandato como alcalde de Arona. El viernes anterior, el hombre se había topado de bruces con la orden del PSOE para que renunciara a la alcaldía y a su acta. Una petición sin fisuras de las direcciones federal, regional e insular, puestas de acuerdo en la necesidad de resolver el impasse creado por Mena al cesar de sus funciones a su segundo, Luis García, responsable del Urbanismo municipal, y echarse encima a la mitad justa de su equipo de gobierno. De todas esas cosas, y de los motivos que llevaron al PSOE en todos sus ámbitos menos uno –el ámbito de Agustín Marichal– a pedir su cese, Mena no quiso hablar en una rueda de prensa bastante surrealista, en la que se limitó a dejar claras tres cosas.

 

La primera es que no piensa renunciar a la alcaldía ni a su acta. Alguien le asesoró mal y vino a decir que eso es lo que hizo Pedro Sánchez cuando perdió la votación del comité federal sobre abstenerse (o no) en la investidura de Rajoy. Falso: renunció inmediatamente a su acta como diputado, justo lo que Mena se niega a hacer ahora.

 

Lo segundo que Mena quiso dejar claro es que ha sido sometido a una malvada persecución política y mediática por enfrentarse a los intereses de un empresario –Diego Cano–, propietario de un centro comercial paralizado por el concejal de Urbanismo Luis García hace ya un tiempo. Eso es también falso: cuando Mena decide el cese de Luis García no lo hace por nada que tenga que ver directa ni indirectamente con el Centro Comercial Arts. Mena cesa a García porque se entera de que su concejal se ha reunido con la policía y con algún amigo del mundo de la Justicia, a los que les explica que no sabe qué hacer con una información facilitada por empresarios, de la que podría desprenderse la participación del alcalde –o personas de su entorno, como su hermana Jenny– en actividades irregulares o quizá incluso delictivas. Uno puede entender que la decisión de Luis García de poner en conocimiento de la fiscalía los hechos suponga una quiebra de confianza por parte del alcalde, pero inventarse que el problema con García es precisamente la falta de probidad de este en el caso del centro comercial Arts no parece muy de recibo.

 

Y el tercer asunto que deja claro el alcalde es que ocurra lo que ocurra, él va a seguir siendo alcalde, porque no hay forma de presentarle una moción de censura. También es falso. Mena se ampara en la Ley Spínola, una ley constitucionalmente discutible en lo que se refiere a los derechos políticos de los concejales. De hecho, la ley ya ha sido baqueteada por el Constitucional. Pero incluso aplicando la Ley Spínola, Mena puede sufrir una moción de censura en el mismo momento en que sea expulsado del PSOE, y se convierta en tránsfuga, algo que ya ha hecho un más que avisado Luis García. Mena puede sobrevivir un tiempo en minoría, pero su mandato como alcalde está definitivamente bichado: debería irse antes de que lo expulsen, y concentrarse en defender su honorabilidad en los tribunales, que serán, con toda seguridad, los que acaben dirimiendo su futuro. Es lo mejor que podría hacer, lo que deberían aconsejarle los suyos. Pero lo cierto es que los suyos no le dejan. Porque caerán también, cuando caiga Mena, uno tras otro. Y están protegiéndose ellos mismos. O al menos retrasando lo que venga.

 

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