“Y cógete otro para la oreja”
Andrés Martinón
Se llamaba la Peluquería Bahía, pero para mí era la peluquería de Pepe y Paco. Dos grancanarios que tenían en los años 80 una barbería, en toda regla, en la calle Secretario Artiles de Las Palmas, entre la calle Mesa y López y Franchy Roca.
Por qué escribo de esto, porque creo que fue una de las decisiones propias más primitivas que tengo. Calculo que sobre los cuatro o cinco años le dije a mi padre que ya no quería ir a la peluquería de mi madre. Quería ir a la de los hombres. Mi padre dijo que no había problemas. Y así empezó una relación que duró hasta que me fui a Madrid a estudiar la carrera.
La peluquería de Pepe y Paco era todo un clásico. Antigua si la vemos ahora con otros ojos pero en aquel momento tenía cierta clase y modernidad. Tenía el cacharrillo ese que gira con los colores blanco, azul y rojo que delata a las barberías. Con sólo dos sillas. Uno normalmente tenía que esperar a que Pepe o Paco terminaran con el cliente que te precedía. Con el paso del tiempo, me río al recordar la naturalidad con la que los caballeros esperaban su turno leyendo prensa local, deportiva, el Interviu para los inquietos y la Lib para los más salidos. Con total impunidad se ojeaban estas revistas.
Cuando uno era muy pequeño, te ponían el alzador y cuando terminabas, te ofrecían unos caramelos. Siempre te ofrecía uno, pero cuando lo cogías, te decían: “Coge otro más, hombre”.
Me fui a estudiar a Madrid a los 18 años y a los 24, con la carrera terminada, empecé a trabajar en Lanzarote. Estuve muchos años sin ir. Sin embargo, un día visité a mis padres y necesitaba un buen corte de pelo. No se me ocurrió otro sitio mejor que Pepe y Paco. Me atendió en esta ocasión, Paco. Me preguntó si había ido al fútbol el día anterior y le respondí que sí. El también había ido. La Unión Deportiva jugaba en Primera División en la época de Kresic y el día anterior Las Palmas ganaba por un mínimo 1-0 al Sevilla. Paco me soltó una de esas frases con carga de profundidad: “Las Palmas ganó porque no perdió”.
Cuando terminó de cortarme el pelo ya no me ofreció un caramelo. Estaba más cerca ya de los 30 que de los 20. Me preguntó si fumaba y le dije que sí. Entonces me ofreció un cigarrillo. Lo cogí y cuando ya me disponía a guardarlo, me dijo: “Y cógete otro para la oreja”.
Supongo que he escrito estas líneas porque tengo buen recuerdo de aquellos días. No he querido saber qué ha sido de Pepe y Paco. Espero que sean dos personas mayores sanas con alguna que otra historia por contar.