Domingo, 14 Diciembre 2025
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Recibió un vino lanzaroteño

Marco Arrocha y Juan Rafael Martínez

Para solicitar una entrevista con algún cineasta en el Festival de Cannes también hay que hacer la cola. Primero has de dirigirte al agente de prensa correspondiente que es quien sopesa “la oportunidad del encuentro” (en francés suena todavía más fino). Te piden datos sobre el medio que representas: tirada de ejemplares, número de visitas a la web y ese tipo de cosas. Si se trata de entrevistar a un director importante, que encima venga acompañado por una vedette de Hollywood, vale más no perder el tiempo en intentarlo siquiera.
Tímidamente nos dirigimos por mail a la agente de Kaurismäki en Francia. Para nosotros Kaurismäki es uno de los grandes, pero quizá no goza de tanta repercusión y nos permitimos intentarlo. La agente nos responde amablemente, sopesa los datos y… nada más. No hemos vuelto a saber de ella. Y eso que prometimos llevar unas botellitas de vino blanco conejero, para degustarlo durante la entrevista. Kaurismäki declaró en una ocasión que nada merece la pena en la vida salvo el vino blanco.
A la salida de la rueda de prensa que concedió a los medios por su película ‘Le Havre’, que participa en la sección oficial a concurso, nos encontramos por fin con él. Reparamos en sus ojos visiblemente enrojecidos, señal de que tuvo una buena noche. Nosotros también acudimos con un resacón importante, para estar a altura. Llevamos mucho tiempo con este fecha marcada en el calendario.
Le ofrecemos un catálogo de la ‘Muestra de cine europeo de Lanzarote’ y le manifestamos la intención de traerlo como invitado para la próxima edición, a principios de octubre. Le señalamos las páginas dedicadas a nuestros patrocinadores del Consejo Regulador y las bodegas de la isla. Le hablamos de las excelencias del vino conejero. Casi sin darle tiempo a reaccionar, le mostramos las botellas de vino que nos hemos traído desde Lanzarote en exclusiva para él. “Do you have a glass?”, pregunta inmediatamente. Cuando nos ve saliendo como balas a buscarle un vaso se arrepiente. No, no quiere beber allí en público, delante de todo el mundo. Más tarde se las dejamos en la recepción del hotel junto a una invitación formal en nombre de la Muestra.
Le pedimos unos autógrafos que estampa en el press-book de ‘Le Havre’. Le estrechamos con fuerza la mano. En un inglés atropellado le farfullamos la admiración que sentimos por él. Que si alguna vez nos hemos atrevido a empuñar una cámara (de vídeo) y grabar malamente unos cortos ha sido por él y nada más que por él. Que enhorabuena por su nuevo trabajo, Que felicitaciones por toda su obra. Que muchas gracias. Muchas gracias No sabemos si habrá alcanzado a entender algo. “Ok, ok” es toda su respuesta, mientras se esfuerza por despegarse las manos de las nuestras. Hay otras muchas personas esperando para saludarlo y para los autógrafos.
Le Havre es un pequeño milagro, pero tampoco es que sea su mejor película. Están sus personajes, sus situaciones, su manera de contar con las imágenes. Los protagonistas son, como siempre, los parias de la tierra y su historia unos cuantos ejercicios conmovedores de solidaridad y lucha por salir adelante. La película desprende el sentimiento de que detrás de la cámara se halla, por encima de todo, una buena persona. Y eso, eso es mucho más importante que el arte o la gloria.


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