“Me crie en una sociedad donde se practicaba la violencia. Es natural que aflore en mi escritura”

El escritor Fernando Aramburu inauguró con honores la tercera edición del Festival de Literatura de Lanzarote
- Lancelot Digital
- Jesús Betancort
Por todo lo alto, así comenzó el pasado 9 de octubre el Festival de Literatura de Lanzarote, con un protagonista de lujo, el célebre escritor Fernando Aramburu, que logró que se colgara el aforo de “completo” en el Teatro Municipal de Tías. El autor, que antes pasó por el plató de Lancelot Televisión, vino a la isla a hablar “del único asunto que creo dominar medianamente: mi obra y mi vida en relación con ella. Tengo ya unos años, he visto y vivido mucho”.
Aramburu, que lleva años viviendo en Alemania de donde procede su mujer, reconoce que lo que ha vivido “influye mucho en lo que escribo. Otros géneros no requieren tanta carga autobiográfica, pero en mis novelas busco trazar un dibujo humano de la época que me tocó vivir y de las personas con las que me relacioné. Es inevitable que la perspectiva desde la que observo el mundo —en mi caso, Alemania desde hace cuatro décadas— y mi experiencia vital marquen lo que hago. Me crie en una sociedad donde se practicaba la violencia, y eso deja huella. Es natural que aflore en mi escritura”.
Un testimonio vital
Es consciente el literato del riesgo que suponía escribir sobre lo que ocurría en Euskadi. “Algunos perdieron la vida por ejercer la palabra pública, sobre todo periodistas; otros fueron agredidos, también profesores o escritores. Recuerdo la presentación de Los peces de la amargura, en la librería Lagun de San Sebastián. Había más escoltas que público. Estaban Maite Pagazaurtundúa, José Ramón Recalde, el librero Ignacio Latierro… todos con escolta. He conocido de cerca una sociedad donde hablar en público suponía un riesgo. Eso me marcó y me sigue interpelando. Por suerte, ya no ocurre”, asegura. “Pertenezco a una generación golpeada por la violencia, tanto víctimas como quienes la practicaron. Para mí no son números: tienen rostros, nombres. Pero tampoco quiero pasarme la vida escribiendo sobre lo mismo; necesito explorar otros territorios creativos”.
Aramburu bromeó en la charla señalando que deberían firmar sus libros como “el de Patria”, haciendo referencia a la fama nacional que consiguió su obra. “Mi intención fue aportar mi testimonio. La novela tuvo repercusión e inspiró a otros creadores: se hizo una serie, canciones —incluso una de heavy metal—, pinturas… Fue un libro inspirador, pero no me considero pionero. Tal vez ayudó a mostrar que se podían contar historias cotidianas con un determinado tono y lenguaje, pero no me atribuyo más mérito”.
Una de las claves de la obra es la amistad entre las dos mujeres protagonistas. “Nadie deja de ser humano, por terribles que sean sus actos. El novelista debe reflejar esa humanidad: dotar a los personajes de volumen, hacerlos creíbles y comprensibles. Eso no significa justificar sus conductas, sino ofrecer un documento humano que interpele al lector: “¿Qué habría hecho yo en su lugar?”. La ficción permite entrar en la intimidad de la gente, en sus cocinas, sus dormitorios; eso es lo que la hace poderosa”.

Una serie muy aplaudida
Admite Aramburu que le gustó mucho la adaptación televisiva de su obra, aunque asegura que tuvo “que verla dosificada porque me afectaba profundamente. Había momentos en los que parecía que los actores no actuaban, que estaba viendo la realidad misma. Desde entonces no puedo imaginar a mis personajes sin las caras de los intérpretes. No intervine en la serie, aunque sí asistí a una reunión previa y me transmitieron entusiasmo y seriedad. Les di libertad, que es también una forma de exigir responsabilidad. Hubo muchos aciertos y un antes y un después, sobre todo para las actrices, que recibieron premios merecidos”.
¿Se puede hablar hoy con libertad en Euskadi?
Aramburu tiene clara la situación actual de Euskadi. “En una Herriko Taberna quizá no se pueda hablar con libertad, porque son espacios cerrados y reservados a quienes comparten una ideología. Pero en el espacio público, sí. En una sociedad donde ya no se practica la violencia, se va recomponiendo el pacto social y la convivencia. Es un gran avance. Sin embargo, parece existir un pacto tácito para no remover ciertas aguas. Yo no formo parte de él: todavía tengo historias que contar. Cuando paseo por San Sebastián y veo fachadas sin pintadas ni banderas, recuerdo los autobuses ardiendo y me pregunto: tanto dolor, tanto crimen, ¿para qué? Los objetivos de los terroristas no se cumplieron. Habrían podido lograr poder institucional sin matar a nadie, simplemente convenciendo a los votantes”.
El escritor admite que “no se habla mucho, pero no por falta de libertad, sino porque tras una gran tragedia suele venir un tiempo de silencio. Lo vi también en Alemania: tras la guerra, la gente solo quería ser feliz, retirar escombros, sobrevivir. Estos silencios son humanos, aunque los escritores no deberíamos callar, porque si los testigos no dejan testimonio, ¿quién lo hará?”.