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Arrecife debe ser objetivo prioritario tras las elecciones

 

La mejora y verdadera transformación de la capital de Lanzarote debe convertirse en uno de los objetivos prioritarios para todos los partidos que concurren a las próximas elecciones. El grupo de gobierno que salga resultante de la voluntad popular tras el próximo 24 de mayo se enfrentará a los numerosos problemas y deficiencias que viene arrastrando una ciudad que, siendo la tercera capital de Canarias, no lo es sin embargo en cuanto a dotaciones acordes a tal condición. La realidad es que Arrecife ha experimentado en las últimas décadas una transformación histórica, sociológica y económica de proporciones extraordinarias, pero ésta no ha ido acompañada del cambio que consecuentemente se requería en la gestión pública de la ciudad, sobre la que ha sobrado un exceso de ideología y sobre la que han pesado demasiados argumentos demagogos que han impedido su modernización y progreso.

 

La clase política lanzaroteña en general, y la de Arrecife en particular, ha estado en general entretenida en repensar una y otra vez quiméricos modelos de ciudad (usando ambiguos argumentos bajo el manido mantra repetido hasta la saciedad de defender lo público y los espacios verdes para disfrute de los vecinos), pero no ha estado afanada en la transformación real de la ciudad, como lo demuestra el hecho de que Arrecife haya sido incapaz, en más de 20 años, de sacar adelante un Plan General que defina los espacios y los usos urbanos, y que no cuente todavía en 2015 con una completa red de infraestructuras públicas.

 

Hay muchos asuntos por resolver que llevan años y años estancados, y aún a día de hoy no sabemos qué solución proponen a los mismos y, lo más importante, cómo lo van a concretar. Bastan algunos ejemplos: todavía no se sabe cómo vamos a hacer para que Arrecife vea culminado por fin un merecido Palacio de Congresos (es la única isla canaria que no cuenta con una infraestructura de esta importancia); qué va a ocurrir con una pieza de suelo de importancia estratégica para la marina de la ciudad como es el Islote del Francés, a su suerte desde hace décadas sin que aún se sepa qué va a haber ahí más allá de abandono y dejadez; cuándo y cómo (de una vez por todas y de verdad) Arrecife en su conjunto contará con una red de saneamiento y de pluviales que solucione definitivamente el problema de las inundaciones en algunos puntos de la ciudad tras la caída de cuatro gotas; o cuánto tendremos que esperar para que nos quiten el adefesio de muro que colocaron en el puerto pesquero, impidiéndonos las vistas hacia el mar, y que nunca debió ser construido. Son sólo algunos de los asuntos, entre muchísimos otros problemas básicos que tiene la ciudad, como son aceras en mal estado o los numerosos socavones en las calzadas de las calles que ya forman parte del paisaje urbano capitalino. Entre todo ello, el paradigma de lo sucedido en Arrecife es el famoso catálogo de protección de bienes inmuebles, que como confunde conservar lo viejo e inservible, con lo antiguo y de verdadero valor que forma parte de nuestra tradición histórica y que sí es digno de que perdure, ha propiciado que muchos edificios se estén cayendo a cachos y ofrezcan una imagen deteriorada y lamentable de muchas de esas zonas.

 

Arrecife es una ciudad difícil y compleja para cualquier grupo de gobierno. Achacar a un partido o a otro la totalidad de los males de la ciudad sería tan injusto como irreal. De hecho, en estos últimos años se han hecho esfuerzos importantes de cara a enfrentar los problemas de un ayuntamiento afectado por los problemas judiciales, que además padece una estructura rígida y antigua, muy burocratizada, que obstaculiza sobremanera la agilidad administrativa. Bien es cierto que se ha logrado sanear la situación financiera de la corporación, se ha seguido la línea iniciada de abrir la ciudad al turismo acometiendo iniciativas acertadas, dinamizando la ciudad y desbloqueando temas importantes que han permitido el establecimiento de nuevas superficies comerciales o el Puerto Marina Lanzarote, lo que ha dotado de categoría a la ciudad.

 

Pero también es cierto que Arrecife necesita que se crea en ella y que se le devuelva la autoestima. Y sobre todo, necesita gestores sin complejos, con criterio y determinación, y alejados de visiones estrechas y cortoplacistas, que puedan no sólo imaginar el Arrecife del futuro, sino llevarlo cabo para que termine siendo una realidad.

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