Desmontar las batallas ficticias
Mientras el turismo (estamos prácticamente al cien por cien de ocupación) llena la isla de actividad económica y la impulsa de dinamismo, agosto se convierte en el mes de descanso para muchos otros sectores y sirve de reflexión para ver lo mucho a que a Lanzarote le queda por cambiar en otros ámbitos. Increíblemente, y si nos fijamos en cómo hemos venido actuando todos en los últimos 20 años, la isla termina saliendo adelante, gracias a nuestra principal industria, y a pesar del freno que ha supuesto la irresponsabilidad con la que se ha actuado muchas veces por parte de una gran parte de la clase política, de algunos sectores ideológicos y por supuesto también de los propios medios de comunicación.
Por un lado, el populismo y la demagogia, dos factores muy perjudiciales que han sido aprovechados y usados muchas veces de forma egoísta y espuria por los partidos políticos de cara a obtener votos, y por otro, una suerte de fundamentalismo instalado en minoritarios sectores ecoprogresistas más preocupados por demostrar su poder que por realmente contribuir a mejorar el bienestar de los lanzaroteños, han hecho que Lanzarote, desgraciadamente, no termine de poder desarrollar de forma sostenible todas sus posibilidades, que son muchísimas. Pero en todo esto, también quienes tenemos la responsabilidad de informar y opinar debemos entonar un mea culpa. Porque desde una parte de los medios de comunicación hemos contribuido, en un ejercicio impropio de irresponsabilidad, a poner en la agenda mediática de la actualidad problemas que en sí mismos no lo eran y a convertir en verdades incuestionables, simples mentiras que a base de repetirse se terminan convirtiendo en dogmas de fe, por la gracia de una pretendida superioridad moral que se autoatribuye una minoría que en muchas ocasiones esconde otros intereses no tan transparentes como se supone.
En este sentido, podríamos cuestionarnos, especialmente desde algunos sectores mediáticos, si hemos podido actuar como amplificadores del ruido que producía el pensamiento único, limitándonos a secundar, a través de un mero seguidismo periodístico, muchos temas que, analizados con criterio propio, no resisten un asalto a la luz de una sólida argumentación alejada de la demagogia.
De hecho, se ha demostrado con el paso del tiempo que muchas de aquellas batallas eran, y otras lo siguen siendo, totalmente ficticias. Basta recordar la advertencia de destrozo apocalíptico del paisaje que se anunció, con el cómico Leo Bassi incluido, como una gran amenaza de aquello en lo que iba a quedar convertida la carretera de La Geria, y hoy día podemos comprobar cómo ha quedado esa vía, garantizando más seguridad y perfectamente integrada en el entorno. O las manifestaciones de dos o tres (porque no había más) en contra de la carretera de Tahíche, que hoy día también han quedado completamente olvidadas, o las voces rasgándose las vestiduras porque la vía medular iba a abrir la brecha de la desigualdad entre los barrios de Arrecife y el centro, o el grito en el cielo constante ante lo que se iba a convertir Playa Blanca por los nuevos hoteles, cuando si hay algo que ha dado categoría a Lanzarote ha sido la excelente oferta alojativa del sur de la isla. Al final, en la mayoría de los casos, no sólo no ha pasado nada de lo terrible que anunciaban esas voces agoreras, sino que esas actuaciones han mejorado Lanzarote sin ningún término de duda.
Que muchas de esas batallas siguen siendo ficticias lo demuestra el hecho de que allí donde la intervención se hace alejada de los planteamientos ideológicos demagógicos, las cosas salen adelante (véase el Puerto Deportivo de Arrecife que se está culminando por una gran iniciativa empresarial), y que donde éstos aparecen, las cosas se paralizan ¿o acaso no es evidente ante los ojos de cualquiera el estado de deterioro del Islote del Francés o las decenas de inmuebles “des-protegidos” en los últimos 20 años por un catálogo más propiamente ideológico que arquitectónico?
Al final nos hemos terminado resignando a que la isla vaya caminando por sí sola al paso del motor que afortunadamente nos sigue creando riqueza, pero de esta forma nos hemos instalado en una mentalidad apática y de renuncia a lograr que Lanzarote se convierta de verdad en un destino de primer nivel mundial, si desarrollara todos sus enormes potenciales. Y no hay porqué abandonar la pretensión de lograr lo mejor para esta isla y sus habitantes. En eso, todos somos responsables.