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Lanzarote quiere estabilidad, a pesar de la irrupción de las fuerzas emergentes

Existía preocupación en una buena parte de la ciudadanía lanzaroteña acerca de la posibilidad de que la instituciones de la isla se atomizaran con la entrada de las denominadas fuerzas emergentes y que Lanzarote pudiera volver al pasado, reviviendo episodios de ingobernabilidad que caracterizaron la época más negra en nuestra reciente historia de la política insular. Pero finalmente el tsunami que desde algunos sectores agoreros se preveía, ante la posibilidad de que Podemos, Somos y Ciudadanos arrasaran (o al menos dejaran maltrechos) a los partidos tradicionales de la isla, convirtiendo las instituciones en un batiburrillo de pactos casi imposibles conformados por tres o más fuerzas, no ha sido así. Sumado el apoyo popular que ha recibido CC (que ha sido la fuerza más votada) y PSOE (que ha experimentado una mejoría), junto con el PP y el PIL, es decir, los partidos de siempre, en conjunto han doblado en el número de votos a la suma del resto, y aunque parece que todo ha cambiado, en realidad no ha cambiado tanto.

 

CC y PSOE, tanto a nivel canario como insular, han resistido con solidez el embate de la nueva ola emergente y, aunque son posibles otras opciones que dieran la necesaria estabilidad, todo indica que el pacto lógico podría tener como actores principales a estas dos fuerzas, con la posibilidad en Lanzarote de sumar una tercera allí donde pueda hacer falta, a excepción de las mayorías absolutas de CC en Teguise y Tinajo.

 

Más allá de los análisis que se puedan hacer de cada institución en particular , lo cierto es que en términos generales, en las elecciones del pasado domingo 24 de mayo, los lanzaroteños no se la han querido jugar y con su voto les han indicado a los partidos que no quieren arriesgar la difícil y siempre zozobrante estabilidad conseguida en los últimos años en la instituciones lanzaroteñas y que es la que ha permitido dejar atrás los sobresaltos de antaño e iniciar el todavía frágil camino de la recuperación cuya interrupción tendría consecuencias muy perjudiciales para la isla. Sin embargo, no se puede negar la notable subida que han experimentado los partidos emergentes y la fuerza con la que han irrumpido en las instituciones lanzaroteñas, arrastrados en gran parte por el impulso de la ola estatal. Muchos ciudadanos han querido dar un toque de atención a los partidos tradicionales y a formas de hacer política acomodadas y alejadas del verdadero sentir de la población. Harían bien las fuerzas de siempre en no desdeñar a los nuevos y sobre todo deberían no persistir en taparse los oídos ante lo que está expresando una parte del electorado. Además para la democracia, siempre es buena la entrada de nueva representación popular. Pero está claro que, aún expresando la necesidad de que hay que hacer algunos ajustes en el rumbo del sistema político, los lanzaroteños no se han dejado llevar por el impulso y no han querido pegar un volantazo. Ha imperado el realismo, la sensatez y la voluntad de hacer las cosas con cabeza, porque esa es la manera de dirigirnos hacia la recuperación y el verdadero progreso. 

 

 

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