Viernes, 05 Diciembre 2025
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  • Lancelot Digital

 

Después de décadas de abandono, por fin comienza a hacerse justicia con el campo de Lanzarote. La modernización del regadío ya no es una promesa vacía: ha arrancado con la construcción de una Estación Desaladora de Agua de Mar, una balsa en Tinache con capacidad para 38.000 metros cúbicos y un depósito en El Cuchillo que albergará hasta 4.000 metros cúbicos de agua desalada. Estas infraestructuras no son simbólicas: beneficiarán de forma directa a más de 600 regantes y a una superficie agrícola de 300 hectáreas, principalmente en los municipios de Teguise y Tinajo.

 

Es un paso histórico que llega tarde, sí, pero que no por ello deja de ser trascendental. Durante demasiado tiempo, los agricultores de la isla han luchado sin apenas respaldo institucional, arrastrando el peso de una sequía crónica, infraestructuras obsoletas y un desinterés político que les condenaba al olvido. Hoy, por fin, se materializa una reivindicación legítima, largamente ignorada.

 

El proyecto, valorado ahora en 24,4 millones de euros, está financiado en un 76 % con fondos europeos Next Generation, y en un 24 % por el Cabildo de Lanzarote a través del Consejo Insular de Aguas. Pero conviene no olvidar el contexto: durante el mandato de Dolores Corujo, esta misma iniciativa estuvo a punto de naufragar. El proyecto se paralizó, los fondos iniciales —entonces cifrados en 14,4 millones— estuvieron a punto de perderse, y el liderazgo político brilló por su ausencia. Las protestas legítimas de ecologistas y pescadores de La Santa, preocupados por el vertido de salmuera y el impacto paisajístico del aerogenerador, se convirtieron en excusa perfecta para frenar cualquier avance. A la falta de consenso se sumó la pandemia, y el resultado fue el de siempre: inmovilismo.

 

La diferencia, hoy, la marca la voluntad política. El nuevo grupo de gobierno del Cabildo, encabezado por Oswaldo Betancort, ha hecho lo que se espera de un representante público: recuperar el proyecto, mejorar la propuesta inicial y garantizar su ejecución. Gracias también al respaldo del Ministerio de Agricultura, no solo se ha salvado una inversión que estuvo al borde del abismo, sino que se ha incrementado en 10 millones más. El Consejo Insular de Aguas ha puesto sobre la mesa más de 6 millones adicionales. Así es como se construye futuro.

 

Por ello sorprende —aunque no demasiado— ver cómo el PSOE de Lanzarote intenta ahora atribuirse el mérito de una actuación que, en su momento, no supo o no quiso defender. Una actuación errática, marcada más por la desidia y el cálculo político que por un compromiso real con el sector primario. Como suele decirse, el éxito tiene muchos padres, pero el fracaso casi siempre es huérfano.

 

Hoy es un buen día para el campo lanzaroteño. Pero también es un día para aprender. Porque si algo demuestra este proyecto es que, cuando hay voluntad política, sensibilidad social y gestión eficaz, incluso las promesas más atrasadas pueden hacerse realidad. El campo de Lanzarote no necesitaba limosnas: necesitaba justicia. Y por fin, la está empezando a recibir.


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