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Prometer es fácil, lo difícil es cumplir

 

La erupción del volcán Cumbre Vieja de La Palma, que algunos, en un principio, vieron como un espectáculo de la naturaleza, se ha convertido, tal y como siempre dijo Lancelot Medios, en una terrible tragedia. Habrá que analizar la lección que nos ha dado este drama durante los próximos meses y años. Lo que ahora es prioritario es resolver la situación en la que se encuentran los damnificados por esta situación, más de medio millar de personas, de momento, que han perdido sus casas, su medio de vida, sus recuerdos y todo lo que tenían. No se trata solo de buscar terrenos para reconstruir sus viviendas cuanto antes, hay que solucionar el problema de todos aquellos que no tienen dónde vivir de manera urgente.

 

Por desgracia algunos han querido ver un bello espectáculo en esta tremenda catástrofe. Reconocemos que es inevitable, el magma, las coladas, la intensidad del momento retransmitido en directo, minuto a minuto… todo eso en una sociedad que vive apegada al mundo de la imagen, es inevitable. Pero aquí compartimos lo que la mayor parte de los canarios, sobre todo los palmeros y los afectados, creen: ha sido una perversión de la naturaleza, un drama. La explosión de un volcán no puede jamás ser positiva, desde ningún punto de vista.

 

Es cierto que las Islas Canarias son volcánicas, por tanto, la posibilidad de que se produzca un fenómeno de esta naturaleza entra dentro de lo posible. La Palma es la isla más joven de todas, sigue en proceso de formación, y por tanto todavía habrá más erupciones. Saber cuándo es imposible, pero es probable, no seguro, que en los próximos 40 0 60 años se produzcan nuevas explosiones en la Isla Bonita, tal y como señalan los científicos. Ahora solo hay que ponerse en lugar de los damnificados, y no hablamos solo de las promesas, que, desde el primer momento se han hecho desde las instituciones y que, cierto es, han acudido desde el principio a La Palma para apoyar a los afectados. Eso está bien, pero todos sabemos que las promesas se las lleva el viento o el magma, en este caso. El miedo que tenemos todos los canarios es que cuando se vayan las cámaras, desaparezcan las escenas de la erupción de los telediarios de todo el mundo, la tragedia la soporten durante mucho tiempo los afectados. Prometer es fácil, cumplir luego más complicado.

 

De momento, el Gobierno de Canarias ya ha realojado en hoteles a decenas de afectados, planea trasladar en barcos a otras islas a varios miles, busca terrenos para la construcción de viviendas modulares y habilita fondos para varios pisos. Son los primeros pasos y nos parecen muy positivos, pero no podemos olvidar que el volcán ha arrasado la principal zona agrícola de La Palma, 600 hectáreas de plataneras, la principal actividad económica de todos los pueblos afectados. No es solo que las haya arrasado es que las que quedan no pueden ser regadas, no hay infraestructuras y el agua está cortada. Es preciso que las promesas se conviertan en hechos, en ayudas reales, en soluciones habitacionales, y en ayudas económicas concretas. Que no ocurra como en Lorca que, años después, todavía había familias que seguían viviendo de prestado o en una casa de alquiler. Los palmeros quieren volver a tener sus propias casas. La Palma merece que no la olvidemos. 

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