Ruido, fiestas y demagogias en Arrecife

- Lancelot Digital
El PSOE de Lanzarote ha venido elevado el tono en sus críticas hacia las fiestas que se celebran en Arrecife, especialmente aquellas organizadas por la actual corporación municipal. No se limitan a cuestionar los costes o el estilo festivo, que califican de "pan y circo", sino que centran sus ataques en el ruido generado por conciertos, ferias y otros eventos populares. Incluso han expresado su respaldo a la "Plataforma contra el Ruido en Arrecife", un colectivo que, en su mayoría, está conformado por vecinos del privilegiado frente marítimo de la capital.
Sin entrar en la legitimidad o el alcance de las quejas vecinales, hay que reconocer que la legislación y la jurisprudencia en materia de contaminación acústica cada vez están más del lado de quienes denuncian. Por tanto, las reclamaciones sobre el exceso de decibelios no deben ser desestimadas ni trivializadas. Es razonable explorar soluciones: trasladar algunos eventos fuera del centro urbano, limitar horarios o evitar la proliferación de celebraciones menores que no forman parte del calendario tradicional, como San Ginés, Navidad o Carnavales.
Ahora bien, también es cierto que tras el mandato socialista encabezado por Eva de Anta, las fiestas de Arrecife han experimentado una mejora notable en cuanto a organización, contenido y proyección. Se ha dignificado una parte esencial de la vida social de la ciudad. El actual grupo de gobierno (PP y CC) ha continuado esta línea, con una programación más ambiciosa y participativa. La mayoría de la ciudadanía parece valorar positivamente estas iniciativas. El pueblo disfruta de sus fiestas y quiere seguir haciéndolo. Echedey Eugenio, concejal de Festejos, y su equipo hacen las cosas bien y se notan.
Ante las quejas vecinales, el Ayuntamiento ha respondido: ha reducido horarios, ha trasladado parte de los eventos fuera del casco urbano, y ha recuperado espacios como la parcela de la antigua fábrica de Agramar, alejando así las actividades del núcleo residencial. Pero, como era de esperar, siempre hay voces dispuestas a señalar que el ruido llega incluso a 300 o 400 metros. Algunas críticas del PSOE caen, así, en el oportunismo político más que en una preocupación genuina por la convivencia.
La contradicción es evidente cuando se observa que en Las Palmas de Gran Canaria —gobernada por el PSOE— los vecinos del entorno de Santa Catalina también han denunciado los efectos del ruido durante los carnavales. Han acudido incluso a los tribunales solicitando que se limiten los conciertos fuera de los días grandes, denunciando una "tortura insoportable". ¿Qué respuesta ofrecen los socialistas grancanarios ante esta situación? ¿Acaso no aplican allí el mismo sentido común que exigen en Lanzarote?.
Este doble rasero es lo que lleva a preguntarse si el verdadero objetivo de las críticas es la defensa de los vecinos o el desgaste del adversario político. Porque cuando se instrumentalizan las molestias ciudadanas con fines partidistas, se pierde credibilidad y se envenena el debate público.
Las fiestas, bien gestionadas, son una necesidad social, cultural y económica. Deben ser compatibles con el derecho al descanso, sin duda. Pero no se pueden convertir en chivo expiatorio de intereses políticos. Lanzarote necesita menos demagogia y más sentido común. El PSOE, en este caso, ha escupido hacia arriba, y ahora empieza a notar las gotas.