PUBLICIDAD
PUBLICIDAD

Sánchez, tres días de luto y ni uno más

 

  • Lancelot Digital
  •  

    Concluidos los tres días de luto oficial, el presidente del Gobierno reapareció en rueda de prensa y dejó clara su hoja de ruta: aplicar, una vez más, su conocido "Manual de resistencia". El mensaje fue directo: no hay un problema estructural en el Ejecutivo ni en el partido, solo el comportamiento aislado de dos personas. Y, como remate, la advertencia: no se convocarán elecciones, porque eso implicaría abrir la puerta a un gobierno del PP con apoyo de la ultraderecha.

     

    Sin embargo, la gravedad del llamado "Caso Cerdán" —o "caso PSOE", como ya lo han bautizado desde Podemos— desborda cualquier intento de contención retórica. Las informaciones derivadas del informe de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO) y, especialmente, los audios conocidos en los últimos días dibujan un escenario que poco tiene que ver con casos individuales y que sí plantea un serio fraude moral a ojos de la ciudadanía.

     

    Ante esta situación, la única salida verdaderamente democrática y honesta sería la convocatoria de elecciones generales. No porque lo diga la oposición o por oportunismo político, sino porque la confianza en las instituciones exige una respuesta proporcional a la magnitud del escándalo. La continuidad en el cargo, en estas circunstancias, solo alimenta la sensación de que el poder se antepone a la ética pública.

     

    Las ruedas de prensa de Sánchez no han logrado revertir esa impresión. Al contrario: su insistencia en presentarse como víctima y su negativa a contemplar cualquier fórmula de rendición de cuentas —ni elecciones anticipadas ni moción de confianza— refuerzan la imagen de un liderazgo atrincherado, dispuesto a resistir en La Moncloa cueste lo que cueste.

     

    A esto se suma la tibieza, por no decir la pasividad, de sus socios de legislatura. Salvo alguna excepción, como la de Podemos, sus reacciones han sido decepcionantes para un electorado progresista que esperaba mayor firmeza frente a los indicios de corrupción. La razón es clara: ninguno quiere ir a elecciones ahora. Y esa dependencia mutua ha generado un clima de impunidad preocupante, donde la estabilidad parlamentaria parece valer más que la integridad institucional.

     

    La estrategia de Sánchez, basada en resistir hasta que no haya pruebas judiciales más contundentes, es profundamente arriesgada. No solo para él, sino para el PSOE. Cada día que pasa sin una respuesta clara erosiona más la credibilidad del partido y alimenta el desencanto de su base social. El riesgo de un castigo electoral severo no es una amenaza abstracta, sino una posibilidad cada vez más tangible.

     

    Porque si se justifica la inacción alegando que "la alternativa es peor", se abre la puerta a tolerar cualquier comportamiento bajo el escudo del mal menor. Y eso no solo degrada la política: degrada la democracia.

     

    Pedro Sánchez aún está a tiempo de corregir el rumbo. Pero si opta por seguir resistiendo en solitario, con un partido acorralado y una ciudadanía desconfiada, es probable que el coste político termine siendo mucho mayor que el sacrificio de convocar unas elecciones anticipadas.

    Comentarios (4)