Domingo, 14 Diciembre 2025
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Las Elecciones Europeas del pasado domingo 25 de mayo han infligido un histórico castigo al bipartidismo tradicional,  pues nunca antes en la democracia española se había producido un avance tan importante de otras terceras fuerzas, especialmente de la izquierda más radical.

 

Entre PP y PSOE  han perdido nada menos que 5 millones de votos. Mientras muchos votantes populares se quedaron en su casa, a los socialistas se les fugó masivamente una corriente de votos hacia la izquierda de la izquierda, de modo que si IU no obtuvo más fue por la irrupción prácticamente de la nada de un Pablo Iglesias, efigie de Podemos, que ha aparecido como un volcán en erupción con las fumarolas del descontento hirviendo y canalizando mucho voto populista, heredero del movimiento de los indignados. Aunque el PP ha logrado mantener el tipo siendo de nuevo la fuerza más votada, pese a la gravedad de la crisis y las durísimas medidas que ha tenido que llevar a cabo para afrontarla,  lo cierto es que España amaneció el pasado lunes mucho más escorada hacia la izquierda que hace cinco años y con el peso del independentismo añadido en el mismo lado procedente del voto soberanista de Cataluña y País Vasco.

 

En Lanzarote, y en Canarias, la tónica marca la misma tendencia (en lo que se refiere a la aparición en la escena política de fuerzas de extrema izquierda hasta ahora escasamente presentes), solo que  cambiando el bipartidismo estatal por la particularidad canaria de un tripartidismo tradicional. El descalabro ha sido considerable para los tres grandes partidos históricos en las islas, PSOE, PP y CC, que deberían hacer una seria reflexión acerca de los resultados de las europeas. Porque, si bien la lectura de estos comicios no puede ser extrapolable e interpretable en clave local (especialmente en el caso de Coalición Canaria, cuyos resultados a nivel insular y municipal suelen ser muy diferentes  incluso de los que obtiene en las Elecciones Generales) lo que sí están indicando es por dónde puede estar soplando el viento del estado de opinión en el que se encuentra ahora mismo la población isleña.

 

En el caso de CC,  ha habido una muy importante merma de votos  y lo más significativo es que la mayor parte se han perdido en Tenerife, lo que debería ser objeto de análisis y autocrítica para la formación nacionalista, a la que ya le podría estar afectando seriamente de cara a sus votantes los debates internos de liderazgo en los que está sumida. Más allá de reconocer que los cargos públicos nacionalistas insulares no han puesto toda la carne en el asador en la pasada campaña  y que quizás no han sabido transmitir la importancia de Europa para Canarias, lo que parece claro es que el resultado obtenido en las europeas abre aún más la necesidad de acelerar el proceso  de cara a despejar, más temprano que tarde, los candidatos nacionalistas en los comicios autonómicos del próximo año.

 

El Partido Popular en Lanzarote se ha desinflado perdiendo en torno a  4.000 votos con respecto a 2009, y eso que en términos porcentuales ha dejado menos en el camino que en otras islas. Ahora bien, que también el PP tiene que hacer una muy seria reflexión es una obviedad.  Los conservadores parecen no terminar de coger músculo suficiente en la isla, aunque hay que reconocer el gran ascenso que han tenido en los últimos años.  No hay que olvidar que su histórico despegue en la isla,  al que sin duda contribuyó la marea nacional entonces en auge, se debió en buena medida  a la acertada renovación local impulsada por su presidenta Astrid Pérez, al liderazgo en la capital del entonces alcalde de Arrecife, Cándido Reguera, y a la presencia en el gobierno insular de los populares  con medidas de gestión efectivas demandadas por la población. Por eso, a partir de ahora deberá terminar de acometer una de sus grandes asignaturas pendientes: lograr atraer a sus filas a personas de peso en el ámbito insular, liberales moderados, que se animen a participar en un proyecto que, en términos generales, debe tratar de dotarse a nivel local de más solidez entre los integrantes que se incorporen a sus futuras listas.

 

Por su parte, el PSOE,  pese a la pérdida de 2.000 votos en relación a las elecciones de 2009,  ha sido la fuerza más votada en la isla, y ha logrado arrebatarle al PP el primer puesto, aventajándole en casi otros dos mil votos e invirtiendo así la tendencia  generalizada del resto de España. Pero muchos no entienden que lo que debería haber sido un motivo de serena alegría para los socialistas lanzaroteños, se convirtiera el mismo domingo por la noche en un inusitado exceso de entusiasmo, mientras Elena  Valenciano se mostraba desencajada y tan solo un día después Rubalcaba exhibiera la bandera del fracaso diciendo adiós.  Por lo que se desprende de algunos de sus mensajes, pareciera que hasta estaban contentos de que Izquierda Unida y Podemos les arrebataran el río de votos que perdieron en la isla.  

 

Muchos piensan que el PSOE debe girar su discurso aún más a la izquierda. Pero la verdad es que ya lo han intentado y no han sido convincentes. El triunfo, al menos coyuntural, ha ido a parar a una izquierda más extrema, depositaria del voto del descontento que quiso el PSOE canalizar para sí, pero que no lo consiguió, como bien ha reconocido hasta el propio Fernando López Aguilar. En Lanzarote hay que recordar además que el posicionamiento radical en el que se sumió el PSOE insular hace unos años, en una de las etapas más negras que se recuerda del socialismo conejero, contribuyó en gran medida a una debacle electoral histórica de la formación progresista en esta isla. La irrupción de Loli Corujo como secretaria general al frente del PSOE lanzaroteño, acompañada de un político con gran experiencia como José Juan Cruz, ha venido sin duda a cambiar la imagen ante la opinión pública, y también las formas, además de suavizar los enconamientos. Pero más allá de la envoltura, a partir de ahora el PSOE lanzaroteño va a tener que mostrar que la sensatez, la moderación, el sentido común y el consenso para sacar adelante los grandes temas de la isla son también cualidades de la Izquierda, máxime con el panorama radicalizado de IU y Podemos en ciernes. 

 

No obstante lo anterior, si algo deben tener en cuenta los tres grandes partidos tradicionales en definitiva es que la auténtica ganadora de las elecciones ha sido la abstención: siete de cada diez lanzaroteños no han ido a votar.  Una gran masa de actuales abstencionistas que, con su silencio, están vociferando a gritos el escepticismo que reina entre la población y su distanciamiento generalizado de la clase política y de un sistema que parece necesitar de una revisión profunda.  Habrá que prestar atención a lo que quieren decir, pues son los que en realidad han ganado…  y con mayoría absoluta.  Esto indica un severo toque de atención: la brecha abierta entre los políticos y los ciudadanos es cada vez más grande.


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