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Sobrevivir al récord turístico

 

 

                                                   En busca del nuevo turista

 

Lanzarote recibió en 2014 récord de afluencia turística con la llegada de casi 2.400.000 visitantes (de los que casi 2.100.000 fueron internacionales y unos 300.000 nacionales), una cifra histórica nunca antes alcanzada que da cuenta del momento de bonanza por el que pasa nuestra principal industria, pero que a su vez exige una reflexión sobre la renovación que debe acometer un sector tan importante de cara al futuro. 

 

Los datos hablan por sí solos. La llegada de turistas a nivel cuantitativo es prácticamente insuperable, y ahora más que nunca tenemos que ser conscientes de que el modelo turístico lanzaroteño debe seguir alejado de la concepción de turismo masificado (eso es irrenunciable) y de que la apuesta que debemos llevar a cabo se dirige a la búsqueda de un nuevo tipo de turista, que manteniendo los actuales niveles de ocupación, gaste más en destino y deje mayor margen de riqueza en la isla. Debemos ser realistas, es cierto que el turista que viene a Lanzarote busca sol y playa, pero quedarnos sólo en eso sin ampliar y complementar nuestra oferta en la búsqueda de mayor calidad, sería condenarnos al estancamiento y no sumarnos al carro de la permanente innovación que  debe realizar un destino turístico maduro como es el nuestro. 

 

No sólo es necesaria la modernización de nuestra planta alojativa (como ya se está empezando a llevar a cabo), sino que también es indispensable la renovación de Lanzarote como destino turístico en conjunto.  La isla debe seguir reinventándose y erigirse en un destino atractivo para el nuevo turismo en alza que busca sentir sensaciones, disfrutar de la vida y vivir experiencias, además de recrearse del sol, de la playa y de un paisaje especial  y único en el mundo. Son los nuevos visitantes que marcan la tendencia, los nuevos consumidores de los destinos turísticos: quieren saborear nuestra gastronomía, participar de nuestras costumbres, conocer nuestra cultura, vivir de cerca nuestro modo de vida, practicar actividades deportivas y disfrutar de toda la gama de actividades de ocio complementario, en una isla rebosante de oportunidades, pero necesitada de más oferta que incremente la calidad del destino. Ahí están las posibilidades, pero además hay que ayudar a que se materialicen: necesitamos más y mejores infraestructuras, porque debemos ofrecer más y mejores servicios.

 

                              Turismo residencial: otra puerta para inyectar riqueza

 

Por eso debemos estar abiertos a nuevas posibilidades y expandir el objetivo de nuestra mirada. Pese a la buena noticia del récord turístico, y sin olvidar que ha sido este sector el que ha amortiguado lo que podría haber sido un incremento aún más acusado del desempleo, las cifras del paro siguen siendo insoportables e indignas para una sociedad, la lanzaroteña, que en conjunto merece mayor calidad de vida. 

 

La realidad en estos momentos se nos impone. Y cada vez más el sur del viejo continente se convierte en un destino del denominado turismo residencial. Lanzarote puede ser en estos momentos, en los que ya se empieza a animar el mercado inmobiliario tímidamente, una isla ideal para todos aquellos europeos o extranjeros, muchos ya jubilados o con cierto poder adquisitivo, que buscan pasar varios meses alejados del frío y de la rutina que viven en sus países de origen. Acoger a estos turistas supondría para Lanzarote una no menospreciable inyección económica al dar salida a la oferta inmobiliaria ya existente en las zonas turísticas de la isla que la crisis dejó paralizada y cuyo destino de otro modo sería, con casi toda probabilidad, la ruina y edificios fantasma abandonados a su suerte con una imagen deplorable. Turistas, por otro lado, que además contribuirían a movilizar el consumo y nuestra economía durante las largas temporadas que pasasen viviendo junto a nosotros. Lanzarote debe buscar cuantas soluciones estén en su mano para crear riqueza y bienestar social, renunciando a la masificación y sin perder la singularidad y el modelo turístico que entre todos hemos consensuado. No sólo no es incompatible, sino que es algo posible y debemos apostar por ello. 

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