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Una precariedad indeseable

 

Coalición Canaria y PSOE cumplieron el acuerdo de gobierno conjunto a nivel insular firmado en la tarde-noche del viernes, y en lo que a esto respecta, al día siguiente, el sábado día 13, los ayuntamientos de la isla se constituyeron sin sorpresas. Pero al final no se logró cerrar el pacto con la tercera fuerza en liza, el PIL (imprescindible en el Ayuntamiento de Arrecife y necesario en otras instituciones como San Bartolomé) de manera que las corporaciones donde son necesarias como mínimo ambas formaciones para configurar grupos de gobierno con mayorías absolutas, quedaron conformadas con mayorías simples, lo que barrunta riesgo de inestabilidad sin que todavía se haya logrado tras tres semanas de negociaciones alcanzar acuerdos de estabilidad cerrados que permitan la gobernabilidad sin sobresaltos.

 

La estabilidad nace ya en precario en algunas de las recién constituidas nuevas corporaciones, que sí han quedado hilvanadas, pero no cosidas con otros hilos de refuerzo que garanticen que aguantarán durante los próximos cuatro años. Una frágil estabilidad que es la que precisamente habría que tratar de evitar por todos los medios, para que Lanzarote pueda avanzar y desbloquear numerosas asuntos de vital importancia. Pero esta es la cesta que de momento se ha podido fabricar con los mimbres que los votantes lanzaroteños dejaron encima de las mesas de los plenos a la hora de configurar las principales corporaciones de la isla, a excepción de Teguise y Tinajo donde la población decidió mayorías absolutas.

 

Más allá de lo que ocurra en los próximos días o semanas (con el pacto regional de fondo y si se logran finalmente acuerdos estables con la incorporación de una tercera fuerza al pacto CC-PSOE en Lanzarote), parece que se avecina una legislatura -o mejor dicho mandato, si queremos ser puristas con el término- mucho más complicada que la pasada y va a ser difícil que haya gobiernos sólidos duraderos, si no ocurre un milagro o lo remedian nuestros políticos, que para el caso es lo mismo. De momento, nada más haberse constituido los ayuntamientos y a falta todavía de que se constituya la nueva corporación del Cabildo, el PIL no ha aceptado las áreas que le ofrecían. Es cierto que los insularistas se saben imprescindibles en Arrecife y piden gobernar de verdad -que no es lo mismo que tocar gobierno- con trozos más suculentos de la tarta, en vez conformarse con áreas de menos rango, al fin y al cabo meramente representativas. Pero es igualmente cierto que el PIL ahora mismo se juega mucho: casi su desaparición. Su actual posición de fuerza radica en la debilidad del PSOE en la capital de la isla (ahora mismo Montelongo está en minoría), por lo que es coyuntural. El problema es su propia debilidad estructural tras la enorme pérdida de respaldo popular en las pasadas elecciones, que apenas le permite echar un órdago si no quiere quedarse fuera de los grupos de gobierno y probablemente comenzar así una larga agonía abocada a su extinción como partido.

 

Oteando el horizonte, más allá de la actualidad inmediata, se atisba un panorama de incertidumbre y el futuro de progreso al que tiene derecho Lanzarote se ve nuevamente amenazado. Aun con el PIL incorporado como tercera fuerza al pacto de gobierno CC-PSOE, se conformarían mayorías absolutas exiguas. Se necesitará hilar muy fino, encajar piezas difíciles, apartar rencores y desconfianzas, abandonar los juegos no demasiado limpios que se cuecen por detrás, gobernar con lealtad, unirse en los objetivos comunes que tienen por delante y, sobre todo, tener altura de miras, además de madurez y capacidad política. Veremos.

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