Un hombre, sin techo donde dormir después de que Puertos derribara su casa en La Disa
“Yo sólo quiero un cuarto, nada más. La vida para comer ya me la busco yo”, señala Cristín Pedro Pérez, mientras mira sus enseres apilados a los pies del Telamón
Yolanda Téllez
Foto: Kepa Herrero
Con un colchón tirado, dentro de una caseta improvisada. Así duerme Cristín Pedro Pérez, después de que el pasado viernes la Autoridad Portuaria de Las Palmas derribara su casa en La Disa y se quedara sin un techo bajo el que dormir y sin recursos para poder encontrarlo.
Este conejero, que hace 63 años nació en Arrecife, llevaba 17 viviendo a los pies del Telamón. “Era una casa de bloques que construí hace 17 años. Yo nací en Arrecife, en El Charco de San Ginés. Después, por circunstancias de mis padres, nos fuimos a Las Palmas y luego volví. Viví en casa de unos primos hasta que decidí hacerme la casa”, relata, al tiempo que muestra el certificado del Ayuntamiento de Arrecife, en el que se refleja que Cristín lleva empadronado en La Disa desde el año 98.
Entonces, cuenta Cristín, trabajaba como pintor y, con lo que ganaba, iba creándose su hogar. Sin embargo, de su vivienda ya no queda ni rastro. Tan sólo todos sus enseres apilados a la orilla del mar. Sillas, mesas, sofás, armarios… “Una cuarta parte de mi vida”, dice él mismo. “¿Adónde voy con esto? Esto no entra en una mochila. ¿Lo cargo al hombro?”, se pregunta, sabiendo que no encontrará respuesta, con la voz temblorosa, al tiempo que afirma que ya le han robado algunas cosas. “Un televisor, un motor…”.
Por ello, tan sólo pide un pequeño cuarto donde dormir y, más que nada, dejar sus cosas, ya que no tiene recursos para alquilarse una vivienda. Según asegura, se quedó en paro hace dos años y, ahora, estaba cobrando la ayuda de 420 euros, que este mes se le acabará. “El último trabajo que hice fue precisamente para el Ayuntamiento de Arrecife, limpiando grafittis. Después me fui al paro y ahora cobraba esta ayuda, pero ese mes es el último que la recibiré”, explica.

Además, tiene una fractura en la clavícula derecha provocada por una caída que sufrió el pasado mes de febrero, según se refleja en un informe médico, por lo que tampoco ahora podría trabajar.
Este hombre asegura haber acudido en varias ocasiones a los Servicios Sociales de Arrecife a pedir ayuda. “He ido muchas veces a Servicios Sociales, pero siempre te dicen vuelve mañana. Y cuando vuelves hay más de 500 personas y así todo el rato. Yo les decía: me van a tirar la casa, y nada, ni caso”, denuncia.

Y precisamente así fue, su casa desapareció como algunas otras, que ocupaban ilegalmente este lugar, al invadir el dominio público de Costas. “Nos decían que nos la iban a tirar, eso es verdad, pero nunca nos decían cuándo y yo no tenía para buscarme otro sitio. El viernes vinieron a traición”, señala.
“Yo sólo quiero un cuarto, nada más. La vida para comer ya me la busco yo”, apunta este hombre, que hasta hace nada conseguía que algún supermercado le diera las cosas caducadas. “Ahora hay gente que, gracias a Dios, me trae un plato de comida”.

Mientras se despide, se aferra a su aparato de radio, que tiene escondido a buen recaudo. “La radio es lo único que me queda, pero es lo más grande del mundo: oyes música, noticias. Ni Internet ni nada. Una radio la tiene cualquier pobre”.