Antonio Rodríguez, un maestro jolatero que tropieza con la negativa de las instituciones para mantener la tradición
Hasta 3.000 jóvenes han aprendido en sus talleres
Lancelot Digital
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Antonio Rodríguez siente pasión por los jolateros y logra algo muy importante, transmitírsela a los jóvenes. Miembro fundador del club deportivo JJ5 Jolateros y la asociación cultural y recreativa Jolateros, durante los últimos años se ha empeñado en que estas barquitas de hojalata no se queden en un recuerdo del pasado arrecifeño.
Uno de los logros de los que se siente orgulloso Toño como le llaman sus alumnos fue que el tamaño de las chalanas fuera proporcional al de los niños que la construían.
“Hicimos nuestros estatutos para que el tamaño del jolatero fuera proporcional a la edad de los ñiños. Hoy en día hemos conseguido que un niño de ocho años se encuentre a gusto en un jolatero que mide 1,30. También hemos conseguido meter a cinco chinijos en un jolatero grande, que es otro reto que hace que disfruten de esta actividad”, afirma este maestro jolatero.
Nacidos en el Charco tuvieron que mudarse y buscarse la vida. Eso sí, siempre cerca del mar. Una casa abandonada situada en mitad del paseo de los cruceristas se ha convertido en un paraíso para los amantes de una tradición que no quieren perder, los jolateros.
En esta casa se reúnen los jóvenes para aprender de Toño el arte de hacer un jolatero, que requiere habilidad, fuerza y creatividad.
Son muchos los jóvenes que han pasado por los talleres de ‘Toño’. “Nuestra trayectoria supera los 3.000 niños. Algunas veces hemos tenido un grupo de más de 40 niños, otras veces de 30, es decir van y vienen. Hemos invitado también a todos los colegios para hacer un taller…”, añade.
A Antonio Rodríguez le gustaría estar en mejores condiciones para hacer talleres más grandes, aunque aún así ha enseñado a hacer un jolatero a niños en El Reducto, en Costa Teguise, dos veces en Playa Honda, y en dos programas de Televisión Canaria en directo”.
Pese a su pasión por estas embarcaciones, Antonio Rodríguez no se ha visto respaldado por la complicidad económica de las instituciones. “No pedíamos sino una caseta, un equipo de sonido y el sonido, y después, en recompensa por los cinco meses que íbamos a estar haciendo el taller hasta el Día de Canarias, se le pidió 4.600 euros”, se lamenta.
Sin embargo, son numerosas las empresas que colaboran por mantener la ilusión de Toño, que a su vez motiva a los jóvenes para seguir con esta tradición que quiere ser también parte del futuro arrecifeño.