Domingo, 14 Diciembre 2025
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Siempre se ha dicho que lo barato sale caro. La Compañía irlandesa Ryanair es un buen ejemplo, no sólo por los problemas de sus aviones y el deficiente servicio que presta a los pasajeros, sino porque, en ocasiones, el precio final del billete comprado a bajo precio se incrementa por encima del de otras compañías, debido a distintas sorpresas en el momento de efectuar la facturación y a los múltiples sorteos a bordo que hacen con el fin de equilibrar sus números y desequilibrar nuestro descanso.

Mi primera experiencia con esa compañía fue la última: ¡más nunca! Lo peor de todo es que la gran fuerza que desarrolla Ryanair en España evidencia, una vez más, la extrema debilidad de nuestros políticos. Desde un principio, se ha mencionado que Fomento no puede quitarle el AOC (Certificado de Operador Aéreo) a Ryanair, lo que es de sobra conocido, ya que se trata de un certificado expedido por Irlanda, no por España. Pero el asunto del AOC es del todo irrelevante, e innecesario tocarlo, pues lo procedente en estos casos es que Fomento le suspenda, temporalmente, las rutas aéreas que le autorizó para operar en España. De esto no se habla, simplemente, porque no haremos nada contra la fuerza que tiene el impresentable de Michael O´Leary, propietario de la compañía, y de media Irlanda.

Si esta falta la hubiera cometido una línea española, la sanción o suspensión hubiera sido inmediata, pero ahora, una vez más, hemos topado con la debilidad de nuestros políticos.

Ryanair desplaza más de 30 millones de pasajeros-año en las rutas españolas, por lo que, consecuentemente, O´Leary es quien impone las normas en nuestro territorio: chantajea a las autonomías para conseguir subvenciones (pero obliga a sus trabajadores en España que coticen en Irlanda); ha exigido a Industria que le anule las sanciones que acarrea en más de cien expedientes abiertos por valor superior al millón de euros; se jacta, el arrogante y prepotente irlandés, afirmando que Fomento no se atreverá a sancionarle (ya lo sabemos). En una manifestación en Bilbao de los trabajadores de Spanair como consecuencia de la quiebra de esa compañía, este personaje se atrevió, dando la espalda a los trabajadores y en presencia de una policía inoperante por orden superior, a hacer el signo de la victoria de cara a la televisión, dando a entender, de forma grosera y chulesca, que la ruina de Spanair suponía riqueza para su compañía, ya que esa quiebra le supuso, de entrada, un incremento de 5.000 vuelos semanales y, aún así, provocaba y se burlaba de los trabajadores y de todas las autoridades competentes (haga usted algo similar en Irlanda, o en cualquier otro país serio y respetable, y lo corren a gorrazos, antes de ser detenido por la Policía). Ha amenazado al Gobierno canario con retirar unas rutas si no le sigue subvencionando (pues que retire esas rutas; ya las cubrirá otro operador aéreo).

Una de las últimas consecuencias de la inseguridad con que opera Ryanair en su obsesión por reducir costos ha tenido lugar aquí, en Lanzarote, el pasado miércoles 5 de septiembre, cuando uno de sus aviones había despegado sin el suficiente combustible, incumpliendo, una vez más, la normativa europea. Sus pilotos están obligados por la compañía a mentir a la Torre de Control, usando para ello un nuevo término que no existe en el protocolo aéreo: prioridad. La única palabra que se usa a estos efectos es emergencia; cuando se emite esta palabra, emergencia (transmitiendo por radio, tres veces, la expresión mayday) es obligatorio presentar, tras el aterrizaje, un informe que investigará la causa del problema, lo cual supone una “molestia y pérdida de tiempo innecesarios” para la forma de operar que ha impuesto este personaje en España. Nada más fácil que acuñar un nuevo término, prioridad, que, al no existir en la fraseología aérea, no conlleva investigación posterior alguna. Es como si en la cola del supermercado, una persona con una botella de firgas pide a la que tiene delante con el carro lleno hasta arriba, que la deje pasar, a lo que accede la que tiene prioridad; pero si la persona pide prioridad porque le falta el aire y se va a marear, la otra le cede con urgencia el paso, y, además, el supermercado llama a una ambulancia que vendrá con un médico para certificar lo procedente: eso es una emergencia. Bueno, pues lo mismo, pero en el aire; Ryanair pide prioridad cuando le falta el aire (o el combustible, es igual) siendo en realidad una emergencia que se niega a confesar y trata de colarse usando un término que no existe en el Aire (no creo que haga esta argucia en el resto de Europa, por existir un control más profesional, al no estar politizado). No puedo entender por qué razón la acepta la Torre, cuando podría rechazarla directamente.

Los comunicados oficiales que emite Ryanair tras los incidentes son incorrectos, pues en el caso de Lanzarote, afirmaron por escrito que el avión tenía en el depósito más combustible que el mínimo necesario para el aterrizaje; incorrecto, o, peor aún, una media verdad. Lo que Ryanair debería confirmar en sus comunicados es que sus aviones despegan con el combustible necesario exigido por la Normativa Europea, es decir: suficiente combustible que le permita volar desde el origen hasta el destino, más el combustible necesario que le permita dirigirse a un aeropuerto alternativo, caso de no poder aterrizar en aquel (que, previamente, está consignado en el Plan de Vuelo) y sobre el que pueda volar, antes de aterrizar, durante treinta minutos. Esto no lo cumplía Ryanair cuando vino a Lanzarote, ni en el resto de rutas españolas donde han existido estas imprudentes contingencias. Debería haber salido a la luz pública algo que ocurrió en el cielo de Madrid: mientras tres aviones sobrevolaban el aeropuerto haciendo turno para aterrizar, ocurrió que, de pronto, un avión de Ryanair, que llegó en cuarto lugar, pidió aterrizar antes que los otros, usando lo que ya debemos conocer como El Viejo Truco: “Solicito prioridad para aterrizar”, comunicó a la Torre. Cuando los aviones que sobrevolaban (que están siempre en la misma frecuencia) oyeron la intención del caradura, el comandante de uno de los tres aviones se dirigió a la Torre y le dijo: “Si autoriza usted ese aterrizaje por prioridad, lo denuncio”. La Torre, entonces, se dirigió al comandante de Ryanair y le dijo que si quería pedir emergencia, a lo que éste contestó: “Negativo”. “Tendrá que esperar su turno”, fue la respuesta de la Torre. Y así fue.

Ante tanta vergonzosa conducta por tantos hechos irregulares, resulta peor comprobar que la fuerza de nuestros políticos radica, y se diluye, en la demagogia; y, si no, fíjense en las palabras con que Ana Pastor, ministra de Fomento, ha “criticado” a O´Leary: “…el Gobierno español garantizará la seguridad aérea, y habrá sanciones para quienes no cumplan la normativa. España es un país serio y velamos para que todos los operadores cumplan con la Ley. Si es necesario, haremos presión sobre Irlanda, u otros países, para que actúen”.

Todavía no lo puedo creer. ¡Pero señora, ¿qué está usted diciendo? ¡Si aquí la única que tiene que actuar es usted para suspender las rutas españolas autorizadas a Ryanair! ¿A qué espera?

Por cierto, en una comparecencia que hizo esta ministra el día 10, ha dejado bien clara su debilidad, su confusión e irresponsabilidad: tampoco se atrevió a pronunciar, ni una sola vez, el nombre de Ryanair, la única compañía causante de tantos incidentes, el último, en un aterrizaje en Gran Canaria, al día siguiente del de Lanzarote, donde las despresurización de la cabina sembró el pánico en el pasaje que, además, quedó desatendido en tierra. Una vez más, la ministra se dirigió a todas las compañías de bajo costo (vaya a ser que se moleste el protagonista de tanto daño).

En esa comparecencia, pidió más competencias a Europa, como una forma de echar balones fuera, ya que tiene en su mano competencia de sobra para solucionar definitivamente el problema.

Al mismo tiempo, resulta confuso, casi kafkiano, escuchar sus últimas palabras: “Actuaré con contundencia, bromas, ni una”. O sea, no tiene competencia, pero va a actuar con contundencia. No se entiende. Lo que sí se entiende es que nos hemos encontrado con un personaje inmaduro, de actitud arrogante, prepotente, soberbia y chulesca, que provoca, amenaza, se burla, chantajea y se ríe de todas las autoridades. Nadie bromea, señora ministra, sencillamente, Ryanair está humillando a Fomento.

Miguel Cámara


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