Domingo, 14 Diciembre 2025
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El asunto me impresionó tanto que, aunque me ocurrió hace ya meses, no he querido comentarlo hasta ahora, quizá porque parece increíble, pero sabido es que la realidad supera a la ficción, y puedo dar fe de ello. Lo voy a contar, y trataré de hacerlo tal y como sucedió, que no es fácil. Hace algún tiempo, me hicieron unos trabajos en la línea telefónica de nuestra casa. Una vez finalizados, quisimos asegurarnos que el teléfono volvía a funcionar como antes, por lo que, nada más sencillo que marcar el número y comprobar que entraban las llamadas. Mi mujer marcó el número de nuestro teléfono desde su móvil, y el teléfono sonó, como era de esperar. Si bien, para que vean ustedes cómo son las cosas, probé luego a marcar yo nuestro número, pero desde mi móvil, y el teléfono, créanme, no sonaba, pero, en el auricular se oía el tono de llamada, y, de pronto, descolgó el teléfono, ojo!, un señor de Vicálbaro!(Madrid) Mi mujer, desde el inalámbrico del fijo, que no sonó, me dijo, asombrada:
-“Es un sudamericano!” . Le pareció a ella, quizá por el asedio diario de tantas “ofertas”-sobre todo del ámbito de la telefonía- con ese acento inconfundible.
-“Cuelga”, le contesté yo pensando que me había equivocado de número, o que, efectivamente, iba de “oferta”.
-“Marcaré de nuevo”, le dije. Y así lo hice, cuidando de no equivocarme. Nuestro teléfono seguía sin sonar, pero el señor de Vicálbaro volvió a contestar a la llamada, que mi mujer oyó desde el mismo inalámbrico. Le pedí que me pasara el teléfono:
-“Oiga, ¿Quién es usted?” pregunté al intruso sin salir de mi asombro, y con la extraña sensación de que lo tenía dentro de mi casa. No me dijo su nombre, sino que me respondió con la misma pregunta. Insistí, rogándole me dijera qué número de teléfono tenía él. Cuando me lo dijo, me quedé frío: ¡era el mío! Sólo variaba el prefijo; el señor de Vicálbaro, tenía el de Madrid, el 91, y yo, lógicamente, el de la provincia de Las Palmas, el 928; el resto, idéntico. Cómo se puede explicar entonces que marcando yo mi número, con mi prefijo canario, me responda un señor de Vicálbaro.
-“Ese número es mío”, le dije.
-“Pues ya ve usted”, o algo así, me contestó; “Esto ya me ha ocurrido varias veces”, añadió (y tanto, éramos nosotros!, pensé) Me dijo que estaba enfermo, así es que no le quise molestar más, y me despedí, amablemente, de él, diciéndole, algo preocupado, que iba a investigar lo que sucedía, y le deseé una pronta recuperación (No creo que su indisposición estuviera causada por la misma razón que a nosotros nos estaba poniendo enfermo. Pobre hombre)
Conclusón: cualquiera que marque nuestro teléfono fijo, accede fácilmente al mismo (de hecho, seguimos recibiendo llamadas, como siempre, con toda normalidad) pero si marco yo nuestro teléfono desde mi móvil, sale, siempre, el señor de Vicálbaro. Nosotros vivimos en Playa Blanca, Lanzarote, y el otro señor en Vicálbaro. Espero que el buen hombre esté ya recuperado; yo, todavía no. A fin de asegurarme de que el misterio está en mi móvil, y no en mí mismo (o sea, que no estoy poseído) he llamado al número de mi casa desde otro móvil, incluso desde otro teléfono fijo, y responde, correctamente, nuestro teléfono, no el señor de Vicálbaro. Luego, el problema no debo ser yo. Supongo.
He querido escribirlo ahora, para desahogarme. Si no me recupero, pienso contárselo a la Pitonisa Lola , a Rappel, o, directamente, al sicólogo. He contactado con los responsables del programa de televisión Cuarto Milenio, pero me dicen que cuando lleguen a ese Capítulo, se pondrán en contacto conmigo. Si hubiera alguien que haya pasado por alguna experiencia extrasensorial, algún contacto con el más allá (que ya me dirán ustedes qué puede haber más allá de Playa Blanca, o de Vicálbaro!) que, por favor, se ponga en contacto conmigo (o con el Sr. de Vicálbaro, el primero que conteste) y nos diga algo que pueda aportar alguna luz, para nuestra tranquilidad y conocimiento, ya que el otro hombre (el Sr. de Vicálvaro, ya saben) tampoco lo entiende. No me negarán ustedes que el asunto es para salir corriendo. Tanto es así que hace ya tiempo que no he vuelto a realizar la experiencia. Y no la voy a repetir, que me han dicho que los móviles también los cargas el diablo. El mío, seguro ¡Qué trance, oiga!

Miguel Cámara


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