El árbol de la discordia

Es el culpable del mal estado de la Plaza de La Iglesia. Unos dicen que hay que podarlo y otros que hay que salvarlo
- Lancelot Digital
El árbol de la discordia es el responsable del vergonzoso estado calamitoso de la Plaza de La Iglesia. En el mandato de Dolores Corujo y Astrid Pérez se intentó acercar posiciones entre Patrimonio del Cabildo y el Ayuntamiento de Arrecife, se acercaron posturas sobre el proyecto de restauración entre los técnicos tras tres modificaciones, pero siempre al final acababan 'chocando' con el dichoso árbol de más de 60 años de vida.
El escollo continúa en este mandato de Oswaldo Betancort y de Yonathan de León. Los técnicos de Patrimonio del Cabildo no aceptan ensanchar la jardinera como pide el técnico del Ayuntamiento para salvar ese árbol. No está Arrecife para talar árboles con los pocos que hay de gran porte, señalan.
Ya se vieron obligados a talar tres grandes árboles del Parque Ramírez Cerdá, por las garzas bueyeras que colonizaron en los años 90 esa zona de arbustos y plantas de la ciudad.
También los técnicos del Cabildo y del Ayuntamiento, así como los políticos, no se ponían de acuerdo en la solución. Cuando ya se pusieron de acuerdo más 700 garzas colonizaban esos árboles, la defecación de las aves terminó con el ecosistema de los árboles y ya no quedó más remedio que cortar por lo sano, podarlo y llevar a las pobres garzas a la zona del Cabildo donde hoy viven felices.

La realidad es que Patrimonio del Cabildo no da el visto bueno a la última propuesta de restauración lanzada por el Ayuntamiento capitalino porque sigue con la idea de agrandar en unos centímetros las jardineras para permitir que las raíces se encajonen en ellas.
Patrimonio del Cabildo considera que eso rompería la fisonomía arquitectónica de la plaza original y, por lo tanto, no pueden dar el visto bueno al tratarse de un BIC, Bien de Interés Cultural.
Y mientras discuten con sesudas reflexiones sobre si los ángeles tienen sexo o si son neutros, la plaza de la Iglesia sigue siendo una trampa mortal sobre todo para las personas mayores y para los asombrados turistas a los que que les encanta visitar las ruinas que la capital ofrece en el casco histórico, cerca de donde nació este pueblo de pescadores.
Dicen ahora que la solución está cerca. Recemos a San Ginés, al santo que da nombre a la Iglesia capitalina.