El llanto del mar

Por: M.A.C.
El mar se ha cobrado dos nuevas muertes en tan sólo una semana, y diez desde el años 2007, todos ellas se produjeron practicando deportes como el buceo o la pesca submarina. La mayoría de ellos eran expertos o estaban convencidos de conocer bien el litoral lanzaroteño, algo que ni los más expertos pueden asegurar.
Y es que aunque es cierto que al mar no hay que tenerle miedo, siempre se le debe tener mucho respeto. Así lo asegura el presidente del Club lanzaroteño de Actividades Subacuáticas El Cantil, Rubén de León, que se muestra apenado por las dos últimas muertes que se han producido en la costa insular. “Estamos desolados, y todos los miembros del club queremos, en primer lugar, dar el pésame a los familiares de los compañeros fallecidos practicando un deporte que a todos nos gusta, como es la pesca submarina”, señala, “pero lo cierto es que no podemos olvidar de que se trata de un deporte de riesgo porque no se practica en nuestro medio natural que es la tierra”.
De León asegura que el exceso de confianza es el mayor peligro para quienes practican la pesca submarina, “y es algo que nos pasa, en algún momento, a todos. Creemos que dominamos el medio y la situación, y lo cierto es que no podemos dominar el mar. Es imprevisible”. “Muchas veces vamos a pescar solos o, aunque vayamos con un compañero, nos separamos de él para hacer una inmersión peligrosa, y eso es algo que nunca deberíamos hacer”, afirma. “Lo más recomendable al practicar pesca submarina es ir acompañado”.
Se trata de un deporte que se practica a pulmón libre y peso constante, es decir “no llevamos botellas de aire y bajamos y subimos con un cinto de plomo amarrado al cuerpo”, explica. “Si bajas quince o veinte metros, realizas una espera prolongada abajo, y luego no subes con tiempo puedes sufrir un síncope, que siempre se produce cuando estás arriba a punto de coger la primera bocanada de aire”, señala. “Si tu compañero está a tu lado, y se da cuenta de te está dando un síncope, sólo tiene que quitarte la careta y a los dos o tres segundos, comienzas a respirar de nuevo. Si estás solo, estás sentenciado”.
Hacer pesca submarina básica no es complicado. “Cualquier chiquillo que coja un fusil y se meta en el agua, ya está haciendo pesca submarina, otra cosa es saber bien cómo se debe hacer”, señala. “El tema de controlar la respiración, la apnea, y conocer los riesgos se aprende con los años o realizando un curso de especialización”.
En ocasiones el desconocimiento es una baza en contra. “Hay gente que nos cuenta que pesca con un traje de un determinado grosor y con un cinto con muchos más kilos de los adecuados a ese traje, nosotros tratamos de orientarles sobre qué es lo correcto, ya que sumergirse con demasiado peso es muy peligroso”, señala.
En la isla hay tres zonas en las que está permitida la pesca submarina, dos de ellas especialmente peligrosas. “La zona del Cochino, que es la que va desde la Playa de Las Malvas hasta Punta Pasito, es muy peligrosa por la dificultades que supone acceder a ella y por el mal tiempo; y otra zona peligrosa, es la que se sitúa por Mala por la zona de Los Cocoteros, una zona especialmente profunda y muy compleja”, señala.
La tercera zona es la de Playa Quemada, que engloba el barranco del Kikere y una buena parte de Papagayo. “Esta sería la más segura, pero se trata de una seguridad relativa porque por ahí pasan numerosos barcos pegados a la orilla y eso entraña un riesgo considerable, también”.
Una vieja petición de los aficionados a este deporte al Gobierno de Canarias es que no limiten tanto la zona en la que está permitido practicarlo. “En la península, se puede pescar en cualquier parte salvo en las entradas a los muelles y en las reservas marinas”, explica De León. “En Canarias nos tratan como auténticos criminales, como si fuéramos a arrasar con el fondo marino, cuando la realidad es que ésta es la única pesca selectiva, en la que se puede decidir si coger o no coger un determinado pescado”. “Por eso, insistimos en solicitar a la Viceconsejería de Pesca que nos permitan pescar en una zona donde el que quiera empezar e iniciarse en este deporte, no corra tantos riesgos como corre en las zonas actualmente permitidas”.
El pasado año, Rubén de León, perdió a un amigo, compañero y socio del club, que, a pesar de su experiencia, “se confió demasiado y murió en el mar”, afirma. “Ahogarse en el mar es una cuestión de segundos, y nadie puede pensar que controla el entorno porque es imposible”.
Foto: Kepa Herrera