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Fernando Socas, el Rey de las Carrozas de Carnaval

Aviones, tanques, naves espaciales, helicópteros…, el lanzaroteño llegó a realizar hasta una docena de espectaculares creaciones en los años Ochenta y Noventa

 

  • Lancelot Digital
  • Jesús Betancort
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    Fue diseñador, creativo, técnico, promotor y otras muchas cosas en una época en la que no era tan sencillo como ahora ser innovador. Pero el lanzaroteño Fernando Socas fue, en los años ochenta, todo un pionero en lo que a diseño y creación de carrozas se refiere.

     

    Fernando Socas

     

    Él asegura que la pasión le viene desde que era pequeño. “Cuando era apenas un chavalillo ya hacía carrozas con los triciclos antiguos, con palmas, madera y todo lo que encontraba. Tenía mucha imaginación y era muy carnavalero”, cuenta el propietario de la conocida tienda capitalina Nautilus. “Ya, en los ochenta, comienzo a dedicarme en serio a la creación de carrozas. Las primeras estaban hechas con palés, maderas, con materiales reciclados… las hacíamos (tenía un equipo de colaboradores de electricistas, mecánicos, etcétera) en un solar que tenían mis padres. Hacia 1985 ya las empezamos a hacer de metal y utilizando motores. Era un trabajo enorme, según acababa un carnaval comenzábamos a preparar la siguiente carroza. Estamos hablando de que cada carroza suponía una inversión de más de un millón de las antiguas pesetas, solo en material. Nosotros trabajábamos por amor al arte”.

     

    Las carrozas de Socas llegaron a participar en el Carnaval de Las Palmas. “De hecho, nos dieron más premios allí que en Lanzarote. En esta isla, siempre se ha valorado más lo de fuera que lo nuestro. Llegamos a quedar segundos del carnaval grancanario y nos trataban divinamente, cada vez que íbamos”, asegura.

     

    Haciendo memoria, Socas recuerda hasta una docena de carrozas en aquellos años. “La primera de todas fue un avión de madera bimotor, de ahí pasamos a un tanque, también de madera, aunque en el diseño empleábamos llantas de coche… nos pasábamos la vida buscando piezas en las chatarrerías para poder utilizarlas, y reciclando todo lo que podíamos”, cuenta sonriendo. “Yo quería que todo lo que hacíamos funcionara, que los motores fueran reales, por los cañones del tanque se lanzaban voladores pequeñitos. Queríamos impresionar. Llegamos a hacer un F5 que la gente pensaba que nos lo habían dejado en la base”, afirma orgulloso. “Cuidábamos mucho los detalles, algo fundamental para que el resultado fuera perfecto”.

     

    Desgraciadamente, no se conservan aquellas carrozas. “Intenté guardar una en una nave municipal, pero a alguien se le ocurrió la brillante idea de sacarla y se destrozó”, asegura. “La única que se conserva es una que representa un helicóptero y que se puede ver camino de Femés. La gente, sobre todo hace años, se paraba para hacerse fotos. Ahora ya está muy deteriorada”.

     

    Socas recuerda que las piezas llevaban sus remaches, su motor, se galvanizaban, funcionaban con un mando… eran prácticamente de verdad solo que, en el caso de los aviones y helicópteros, no volaban.

     

    Naves espaciales, un zepelín de 18 metros, un robot, un F5, avionetas, un helicóptero apache… Toda una exhibición de creatividad que duró hasta 1996. “Tuvimos un pequeño altercado con un concejal de un municipio de la isla que nos disgustó a todo el equipo y decidimos dejarlo”, señala.

     

     

    En cuanto a los carnavales actuales, Fernando Socas asegura que no se pueden comparar. “Era otra época en la que se podían hacer cosas que ahora resultarían imposibles. Antes teníamos muchos apoyos económicos”, explicaba.

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