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José María Ezquiaga: “La revisión del Plan no incrementaba la capacidad turística de la isla, la reducía”

El arquitecto redactor del Plan Insular que el Cabildo habla del plan que el Cabildo metió en un cajón después de más de una década de trabajo

 

  • Lancelot Digital
  • Ana Amado
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    -El proyecto de Plan Insular redactado por el equipo que usted dirigió ha acabado por decaer. Se ha afirmado que estaba desfasado, ¿más allá de las cuestiones formales de renovación de los contratos, es esto real?

    -El periodo de tramitación y debate del Plan Insular ha sido singularmente largo desde el inicio de los trabajos en 2008 y la aprobación del Avance en 2010. Este hito inicial es significativo porque el Avance es el documento en el que se establece con nitidez el modelo territorial insular y fue aprobado por unanimidad de los grupos políticos representados en el Cabildo Insular a pesar de haberse producido entre el inicio de los trabajos y la conclusión del Avance un cambio político en la Presidencia del Cabildo. Desde el primer momento el PIOL apostó por la diversificación económica y una transición hacia las energías limpias, por una reactivación de una agricultura ecológica y viable económicamente, por una gestión creativa de los recursos naturales atendiendo una visión contemporánea del paisaje, por atender a la vertebración infraestructural, principalmente en el entorno de Arrecife y su área de influencia, y por un replanteamiento del monocultivo turístico de sol y playa. Temas todos ellos de un profundo calado orientados a coordinar las políticas del propio Cabildo, del Gobierno Canario y del Estado en la isla. Todos estos ítems siguen siendo objetivos prioritarios de cualquier visión estratégica de la isla a largo plazo que pretenda integrar las necesidades sociales y la reactivación económica en un marco de desarrollo sostenible y ambientalmente responsable.

     

    Ahora bien, no se nos escapa que los cambios en las formas de producción, organización del consumo y del ocio están afectando de manera profunda al carácter de territorios y ciudades. Lo global y lo local se encuentran conectados de manera inimaginable la sociales tradicionales, determinando que acontecimientos en lugares o centros de decisión lejanos afecten de manera muy profunda nuestras vidas. Baste recordar el dramático impacto de la pandemia del COVID19 sobre el turismo o las consecuencias actuales de la guerra en Europa sobre los precios de la energía. En este contexto de cambios vertiginosos se han producido también iniciativas que afectan directamente nuestra manera de pensar la ordenación del territorio y el urbanismo. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible ODS y la Nueva Agenda Urbana aprobados por Naciones Unidas en 2015 y 2016 han inspirado los procesos de elaboración de la Agenda Urbana Europea y de la Agenda Urbana Española.

     

    -¿Ha sido una desventaja la larga duración del proceso de redacción del plan?

    -Al contrario, ha tenido la ventaja de que todos los temas relevantes han llegado gracias a los medios de comunicación a la opinión pública ciudadana y han podido ser conocidos, discutidos y concertados por los agentes sociales más relevantes de la isla: grupos políticos, alcaldes, empresarios turísticos, asociaciones civiles y de defensa de la naturaleza, agricultores…  Muchas veces se olvida que el planeamiento además de la dimensión normativa tiene una dimensión cultural o didáctica. La redacción de un Plan Insular o de un Plan General es el momento en que los ciudadanos pueden conocer e influir más directamente sobre el futuro de su medioambiente. Mi memoria de la experiencia de Lanzarote es que el proceso ha sido extraordinariamente fructífero. He podido comprobar personalmente como lo largo del tiempo han ido asimilando y convirtiendo en políticas ideas que en un primer momento habían parecido ilusorias como la diversificación turística, la reactivación agroganadera o la apuesta por las energías renovables. Puede decirse sin exageración que la elaboración del Plan insular es uno de los procesos de planeamiento con mayor conocimiento ciudadano y participación social de los desarrollados en España y en las Islas en las últimas décadas. Desde una perspectiva contemporánea la diversidad no es un condicionante negativo sin una cualidad a potenciar para enriquecer la visión de conjunto.

     

    -¿Es cierto que era muy complicado adaptar el plan a la Ley del Suelo? ¿Cuáles eran los cambios más relevantes?

    -Creo que el desafío más importante de la ordenación insular en los años venideros no radica tanto la cuestión formal de la adaptación a la legislación del suelo actualmente vigente, sino en asimilar el profundo cambio que proponen las agendas urbanas colocando en el puesto de mando nuevas prioridades como la salud, equidad, cohesión social y diversidad, descarbonización y economía circular, resiliencia frente a los desastres ambientales y tecnológicos, soberanía alimentaria, transición energética, digital y verde.  Me temo, que la legislación, tanto estatal como autonómica, va varios pasos retrasada respecto a la sociedad misma en la promoción de los nuevos objetivos que deben inspirar el Urbanismo y Ordenación del Territorio. Sin embargo, creo que aún dentro del marco legal vigente pueden producirse avances muy interesantes desde una perspectiva ecosistémica que promueva un territorio ambientalmente sostenible, complejo en su organización, eficiente metabólicamente y cohesionado socialmente.

     

    -¿Qué supone tener que volver a sacarlo a concurso? ¿Es empezar de cero?

    -En absoluto, el documento elaborado se benefició en su momento de la integración de todo un caudal de iniciativas e ideas desde el Cabildo y el Gobierno de Canarias. Y deja en herencia no sólo papel sin una reflexión madura en gran medida asimilada por la ciudadanía y recogida en los consensos básicos que sustentan sus propuestas normativas. Creo que al pensamiento y, en este caso el documento elaborado del Plan insular se le deben aplicar los mismos principios de economía circular que defendemos en el ámbito de la producción material. Antes reciclar que tirar, reducir el consumo de nuevos recursos y reutilizar inteligentemente los ya disponibles.

     

    -Se ha dado a entender por parte del grupo de gobierno que su plan no estaba en consonancia con el planteamiento de eliminar camas turísticas, pero, ¿no es cierto que su plan cambiaba camas residenciales por camas turísticas?

    -La revisión del Plan insular no incrementa ni la superficie de los suelos urbanizados ni la capacidad alojar y turística de la isla, por el contrario, la reduce respecto al techo del Plan de 1991. Adicionalmente incrementa la superficie protegida tanto por criterios paisajísticos y naturales como por defensa de la actividad agrícola.  Quizá en este punto haya un malentendido, en todo caso es lógico reconsiderar los techos manejados en función del modelo turístico perseguido. En todo caso es necesario distinguir claramente entre las necesidades alojativas derivadas de la formación de hogares de los habitantes permanentes, que debe responder prioritariamente a estrategias de regeneración y mejora urbana, y las necesidades derivadas de las estrategias de desarrollo turístico, que, en todo caso, deben subordinarse a la no superación de los límites ecosistémicos.

     

    -También se produjo mucha controversia en lo que se refiere al trato al sector primario, sobre todo en lo que se refiere al sector ganadero y agrícola, ¿qué soluciones daba su plan?

    -En este punto es muy relevante considerar la huella ecológica de la isla. Gran parte de los recursos alimentarios de la isla tienen que importarse del exterior, así como la práctica totalidad de su energía consumida, esto no es un modelo sostenible de ordenación territorial, por más que se contengan los crecimientos turísticos. La protección de los suelos de valor agrícola y ganadero no significa su congelación, sino hacer los beneficiarios de una regulación que proteja la agricultura frente otros usos urbanos o turísticos y que permita la viabilidad de unas explotaciones sostenibles y rentables económicamente. Durante la redacción del Plan se realizó un intenso trabajo con las asociaciones de agricultores y ganaderos para superar las dificultades normativas que estrangulaban el desarrollo del sector. Se perseguía con ello promover un desarrollo agroganadero económicamente sostenible que permitiera avanzar hacia el autoabastecimiento alimentario salvaguardando al mismo tiempo los activos paisajísticos y ambientales de la isla. La estrategia agroganadera se sustentaba sobre dos pilares esenciales: la recuperación de tierras agrícolas abandonadas mediante la innovación productiva y la mejora infraestructural energía renovables y agua de calidad; la tecnificación ampliación y vinculación de las explotaciones existentes con la industria de transformación primaria y el sector terciario.

     

    -Es más que evidente que Lanzarote necesita un nuevo plan, ya que sigue vigente el del año 1991 que no recoge los nuevos retos de la isla, ¿Cuáles deben ser en su opinión las tres líneas fundamentales de cualquier plan para una isla que busca un desarrollo sostenible?

    -El entendimiento desde una perspectiva ecosistémica del metabolismo territorial: flujos de energía, agua, materiales y residuos y la estructura del sistema de asentamientos humanos y distribución espacial de las actividades económicas en relación con el medio natural y rural. En segundo lugar, el medio natural y rural, la biodiversidad y servicios ambientales atendiendo específicamente al impacto del cambio climático y la adaptación resiliente a los riesgos naturales previsibles. Y, en tercer lugar, una economía robusta y diversificada orientada por los objetivos del equilibrio y equidad territorial y la consecución de la cohesión social.

     

    -En Lanzarote seguimos con el viejo debate de si crecer o decrecer, ¿cree que en estos momentos es una isla sostenible?

    -Lamentablemente la isla se encuentra muy lejos del óptimo de desarrollo sostenible debido a la enorme extensión de su huella ecológica, motivada por la fuerte dependencia del exterior tanto en la producción de alimentos como de suministros energéticos. El plan apostaba por un importante avance en la generación de energías renovables y en la recuperación al menos parcial del autoabastecimiento alimentario. Además, se proponía un interesante salto adelante en la protección ambiental desde la perspectiva de la capacidad de carga, es decir la aptitud que tiene la isla para soportar un determinado nivel de urbanización sin que se produzca un deterioro ambiental, social o cultural. Incorpora la perspectiva de la Carta Europea del Paisaje que cambia nuestro modo de percibir no sólo los paisajes singulares, sino también los paisajes ordinarios, por ejemplo, los núcleos tradicionales y las áreas agrícolas, otorgándoles, asimismo, un valor digno de ser preservado. Esto se materializa en un incremento sustancial de la superficie de paisajes, áreas de interés ambiental, corredores ecológicos, vegas con agricultura tradicional y áreas de interés agrario protegidas. La perspectiva del cambio climático y la resiliencia frente a los riesgos derivados del mismo es también una novedad. El Plan insular además de formular una estrategia de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero en la isla en su apuesta por las energías limpias, planteaba una estrategia de reducción de la contaminación marina y el mantenimiento de los ecosistemas marinos y de mitigación de los efectos de la regresión costera.

     

    -Cree usted que, tal y como está conformada la estrategia económica insular, ¿se puede cambiar del sector turístico y servicios, como principales actividades económicas a otros? ¿o sería imposible que la mayoría de la población pudiera sostenerse?

    -El plan planteaba reducir la alta dependencia del turismo para evitar un agravamiento de las crisis cíclicas y avanzar hacia una mayor sostenibilidad hídrica y energética. Para ello apostaba por una reactivación sostenible de los sectores tradicionales, industria y producción ganadera, desde una perspectiva de un desarrollo sostenible que garantice la calidad de vida de los residentes, control de la presión sobre el medio ambiente y al mismo tiempo preservara el valor de la experiencia turística singular de la isla. Cuando empezó a redactarse la revisión del Plan insular la idea de cambio sustancial en el modelo turístico parecía inalcanzable. Desde entonces la realidad ha confirmado la apuesta del plan por una diversificación turística que potencia el turismo cultural, de congresos, gastronómico y muy en especial apoyado en una experiencia respetuosa y culta del paisaje de la isla. Se trata de cualificar la oferta y hacerla evolucionar hacia una demanda de valor añadido, renovando y cualificando los núcleos turísticos existentes y apostando por la identificación del valor del paisaje como marca de Lanzarote, distinta de otros destinos de sol y playa.

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