La última foca monje varó en el Reducto hace más de 30 años
El experto en cetáceos Vidal Martín considera que una población pequeña no ocasionaría ningún problema en el ecosistema marino lanzaroteño
El presidente de la Sociedad de Estudios de Cetáceos de Canarias, Vidal Martín, echó de menos más información por parte del Ministerio de Transición Ecológica sobre la reintroducción en Canarias de la Foca Monje, una especie en peligro de extinción y que habitó en aguas de la Isla de Lobos.
“Hay muy poca información pública al respecto y creo que es fundamental. El proyecto de reintroducir la foca monje en Canarias, que en otros tiempos habitaba en Canarias, concretamente en la Isla de Lobos, pues obedece a una necesidad. Hay ahora mismo solo tres poblaciones, una en el mediterráneo, de la que quedan muy pocos ejemplares; una pequeña población en Madeira y otra en Cabo Blanco, en la frontera de Mauritania con el Sáhara. La importancia de tener una población aquí era fomentar un mayor movimiento de la especie y evitar su extinción”.
Vidal cree que una población pequeña en canarias no ocasionaría ningún problema al ecosistema marino actual ni a los pescadores.
“En Madeira hay una población de unos veinte ejemplares y no tiene ningún impacto en la pesca. De hecho, los pescadores están contentos. Precisamente las nasas y las actividades pesqueras son la mayor amenaza para esta especie”, señala.
Vidal, uno de los autodidactas mejor informado sobre cetáceos en Canarias, recordaba en el Café de Periodistas, la aparición de un ejemplar de una cría de foca monje en la Playa de El Reducto en el año 83.
“Ese animal luego se llevó a los Jameos del Agua, era una cría, pero terminó muriendo”, señaló.
Otros expertos señalan que, a mediados del siglo pasado, se avistaban todavía focas monjes en aguas canarias, que se creen iban de paso de la costa africana a Madeira o viceversa. Hace quinientos años existía una colonia importante en la Isla de Lobos, Fuerteventura, que se vio muy diezmada por la captura para la venta de su grasa y su piel por parte de los colonizadores. Aunque algunos opinan que en el siglo XIX es cuando, debido a la pesca industrial, empiezan a desaparecer de las aguas canarias al enredarse en los chinchorros o redes kilométricas de los arrastreros. Los colonizadores les llamaban a esos ejemplare lobos marinos y de ahí el nombre de la Isla de Lobos.