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Lanzarote, isla desierta

 

Toda la isla ofrece una imagen desértica, muy diferente a la del resto del año en condiciones normales

 

  • Lancelot Digital
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    Lanzarote, la isla desierta. El confinamiento al que nos ha sometido a todos los lanzaroteños el coronavirus ha convertido las calles de la isla en páramos, en lo que a gente, bullicio y actividad se refiere.

     

    Muy poca gente por las ciudades y pueblos, y los que tienen que salir, por necesidad, caminan rápido y alejados los unos y los otros, regalándonos imágenes más próximas a un futuro apocalíptico que a la Lanzarote real del siglo XXI.

     

    Si alguien sale y no va protegido, no falta el vecino que le grita que se ponga mascarilla y guantes o, al menos, se tape la cara.

     

    A las siete, todos a los balcones, a compartir esos cinco minutos de agradecimiento, aplaudiendo a quienes se están dejando la piel por sacarnos de esta. No está siendo fácil, pero se conseguirá.

     

     

    Esta situación pasará, y volveremos todos a salir a la calle, a disfrutar de la compañía de nuestros seres queridos, amigos y familiares. Volveremos a tener las playas llenas de turistas y los negocios funcionando al cien por cien, pero, entre tanto, por favor Quédense en casa. Solo así conseguiremos acabar con esta pandemia.

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