Domingo, 14 Diciembre 2025
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Se recupera un tercio de las pertenencias que se reclaman, que van al Ayuntamiento de San Bartolomé

Lancelot
Foto: Kepa Herrero

Las prisas y los nervios de última hora en el aeropuerto de Guacimeta suelen jugar malas pasadas a los viajeros. Ante el riesgo de perder el avión, muchos terminan olvidando o dejando atrás algunas de sus pertenencias, desde elementos cotidianos como unas gafas o un móvil hasta maletas completas que se decide no embarcar para no pagar sobrepeso.

Centenares de bultos de todo tipo, origen y valor se acumulan desde hace años en una amplia oficina del Ayuntamiento de San Bartolomé reconvertida en almacén para albergar la gran cantidad de elementos que cada mes llegan desde el aeropuerto de Guacimeta. Son los objetos que los usuarios de la terminal lanzaroteña se dejan –a veces por descuido, a veces voluntariamente- y que pocas veces reclaman después, a pesar de que muchos de ellos tienen un valor considerable, ya sea material o sentimental. Así, joyas, relojes, peluches y otros elementos personales conviven con equipos de música, televisores y una sorprendente cantidad de ordenadores portátiles.

En cualquier caso, lo que más abunda en los depósitos de objetos perdidos del aeropuerto (donde permanecen a lo largo del primer mes, a la espera de que alguien pregunte por ellos) y del Ayuntamiento de San Bartolomé (donde van a parar después y quedan en custodia al menos durante dos años) son los elementos más proclives a ‘desaparecer’, como cinturones, gafas o libros, pero también hay una llamativa cantidad de cochecitos para niños, por ejemplo.

También llama la atención la cantidad de ordenadores portátiles (no menos de treinta) y de teléfonos móviles (por encima del medio centenar) que pierde la gente y que predominan, como es lógico, en los montones más cercanos en el tiempo, que datan del primer semestre de este año.

Entre las cosas más insólitas, se puede destacar una silla de ruedas, varias muletas, un juego de cuatro raquetas de tenis, un DVD portátil, un reproductor de diapositivas, una plancha de ropa, un rollo de tubo de los que se utilizan para instalaciones eléctricas y hasta una camilla de masaje y un inyectador de insulina. “Hasta dentaduras postizas han aparecido”, cuenta la concejal de Hacienda de San Bartolomé (a cargo de este depósito de objetos perdidos), Carmen González.

Pero tal vez uno de los elementos más curiosos que se puede encontrar en este depósito sea el trofeo en madera que ganó el segundo clasificado de la competición deportiva ‘Desafío Octava Isla’ disputada en febrero de este mismo año en La Graciosa.

El coordinador de agentes de apoyo a pasajeros, usuarios y clientes de Guacimeta, Miguel Ángel Cabrera, confirma que en los siete años y medio que lleva trabajando en esta área ha visto de todo en la oficina de objetos perdidos; y si no, lo ha visto un compañero. Por ejemplo, mientras muestra sorprendido a Lancelot una caja de herramientas de reciente llegada al depósito, recuerda haber tenido que almacenar “el parachoques de un coche, un radiador también de coche y hasta una pierna ortopédica”.

Nada comparado con algo que encontraron “hace mucho tiempo” pero que quedó grabado en la memoria de todo su sector de trabajo porque parece increíble que alguien pueda olvidarlo en un aeropuerto: un neceser que contenía las cenizas de un fallecido.

Cabrera calcula que sólo se resuelve favorablemente aproximadamente un 35 por ciento de las reclamaciones que reciben en la oficina de objetos perdidos de Guacimeta, mientras que Carmen González no tiene conocimiento de que alguien se haya presentado nunca en el Ayuntamiento de San Bartolomé a buscar sus pertenencias.

(LEA EL REPORTAJE COMPLETO EN EL SEMANARIO LANCELOT)


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