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¿Por qué están cabreados los agricultores en casi toda Europa?

Hay varios detonantes, pero el principal es la competencia desleal de los países terceros a los que no se le exigen los mismos requisitos ecológicos para vender en Europa

 

  • Lancelot Digital
  • La Sexta
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    Comenzaron los agricultores franceses boicoteando en la frontera los productos españoles. Erraron su tiro al criticar a los productos hortofrutícolas españoles de no cumplir con las exigencias ecológicas y medioambientales que les exigían a los franceses. El error llegó a tal extremo que una política tan importante como la exministra socialista francesa Ségolèn Royal llegó a decir que los tomates españoles era poco menos que una porquería, aunque finalmente el Gobierno de Macrón tuvo que corregir sus palabras.

     

    Y es que los productos hortofrutícolas de la Unión Europea, en la que España es el país que más exportaciones realiza, representa el 25 por ciento de lo que se consume en la Europa comunitaria, se someten todos a una misma política agraria común, la famosa PAC. Y si hay una disfunción en el mercado viene precisamente de no exigir los mismos estándares de calidad a los productos provenientes de países terceros, que no pertenecen a la Unión Europea, como Marruecos o Perú, dos competidores el mercado europeo en el sector primario. Y eso hace que sus hortalizas sean más baratas que las que se producen en el marco europeo.

     

    Pero no es sólo la competencia desleal lo que ha sacado a las calles a los agricultores y ganaderos de Francia, Alemania, Portugal o ahora España, sino que hay factores endémicos como la subida de los insumos como el gasóleo o la energía, lo que hacen que sus productos pierdan competitividad, entre otras cosas poque parte del incremento del coste de esa materia prima se incrementa en la cadena de comercialización. El campo vende sus productos a precios ajustados mientras que al llegar a los supermercados su precio se ha incrementado más del doble. Influyen los intermediarios, transportistas, distribuidores y vendedores.

     

    A este sobrecoste del valor del producto desde la huerta hasta los hogares hay que añadir la subida de los impuestos verdes, los derivados de esa política agraria común que quiere acabar con cualquier tipo de pesticidas o con la utilización del plástico en la comercialización. Algo que está bien, pero que no debe recaer exclusivamente en la pérdida de poder adquisitivo del sector primario.

     

    Y el cambio climático ha sido otro factor que añade carestía al producto y que no se ha tenido en cuenta en esta relación de oferta y demanda. La lluvia es ahora mismo el bien más preciado para agricultores y ganaderos en España, sólo hay que ver las medidas restrictivas que ha tenido que tomar el gobierno catalán al respecto. Y si no hay agua, no hay cosechas y lo que se cultiva cuesta el doble.

     

    Hay motivos para que el campo esté cabreado, y es el momento de decir basta. Hay Elecciones Europeas a la vista y los gobiernos temen que estas protestas de varios países europeos sacando sus tractores a la calle incluso ante la sede de Bruselas pueda fomentar el antieuropeísmo y el crecimiento de aquellas formaciones políticas que utilizan este clamor y esta angustia para sus objetivos electorales. Quizás sea el momento de que Europa se dé cuenta de lo que está pasando y de lo que puede pasar si no atiende las demandas del campo.

     

     

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