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Alerta roja, hambruna en África

Por José Segura Clavell

 

  • Lancelot Digital
  • Cedida
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    Esta semana ha sido muy importante para África. La Asamblea General de Naciones Unidas se reunía en su sede de Nueva York y a modo de evento paralelo, copresidido por España, la Unión Europea, Estados Unidos y la Unión Africana, se ha celebrado una Cumbre de Seguridad Alimentaria, que es quizás el reto más urgente y complicado que en estos momentos tienen frente sí buena parte de los países africanos.

     

    Les he hablado en varias ocasiones en las últimas semanas y meses sobre la grave crisis alimentaria que sufren en el continente africano, especialmente en el Cuerno de África y el Sahel. La situación es, lamentablemente, muy grave, y amenaza con ser una hambruna terrible, que matará a mucha gente si no se actúa de inmediato.

     

    La respuesta internacional debe ser rápida y contundente. Y me satisface mucho saber que en esta ocasión España, tal como hemos demandado en artículos precedentes, no solo está a la altura, sino que está impulsando internacionalmente la respuesta coordinada para poder hacer llegar ayuda a los millones de personas que ya están en una urgentísima situación de hambruna.

     

    En Nueva York, los países participantes de esta Cumbre abogaron por actuar unidos ante lo que el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, consideró como “el desafío global más importante de la actualidad”.

     

    Insisto, no tengan duda de que está costando vidas humanas, que vemos en imágenes que van llegando y nos recuerdan a las fotos que salían sobre Etiopía en los años 80 del siglo pasado.

     

    Dos de las agencias de Naciones Unidas que manejan la actuación coordinada frente a las hambrunas, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Fondo para la Agricultura y la Alimentación (FAO) presentaron, en coincidencia con la Cumbre de Nueva York, un informe demoledor. En Somalia, el país con peor perspectiva, ya hay cientos de miles de personas que se enfrentan a la inanición y se están detectando “niveles asombrosos de malnutrición entre los niños menores de cinco años”. Si no llega la ayuda adecuada y necesaria con rapidez, para diciembre se calcula que hasta cuatro niños o dos adultos de cada 10.000 habitantes morirán de hambre cada día.

     

    La crisis económica que lleva meses anticipándose y la guerra de Putin en Ucrania han complicado aún más las cosas, sumándose todas ellas a un cambio climático que está provocando, por ejemplo, que Somalia esté entrando en su cuarto año seguido de sequía en su temporada de lluvias, la sequía más prolongada en los últimos 40 años.

     

    En ese país, los informes que llegan son demoledores: existe una desnutrición extendida, especialmente entre los niños, con necesidad de tratamiento inmediato. Millones de cabezas de ganado han fallecido al no disponer de agua, y se han perdido enormes extensiones de terreno que se dedicaban a la agricultura. Ello, obviamente, ha disparado la emigración interior, en lo que constituye un auténtico éxodo de refugiados climáticos que ha “desgarrado”, en palabras del coordinador de emergencia de la ONU, Martin Griffiths, a las comunidades rurales. Otra de las consecuencias que traen la sequía y el hambre, dada la imposibilidad de hacer negocio de la agricultura o la ganadería, es el abandono escolar, por un lado (las familias no pueden permitirse tener a los hijos en la escuela) y por el otro se han detectado casos de matrimonios infantiles: niñas de hasta nueve años entregadas para casarse, ya que la dote que recibe la familia alivia la situación económica en este momento tan crítico.

     

    En pocos días se espera que Naciones Unidos declare a diversas partes de Somalia en situación oficial de hambruna, y eso es extraordinario: para cumplir este criterio, la barrera está en que una quinta parte de los hogares enfrente una carencia extrema de alimentos, haya al menos un 30% de niños con malnutrición aguda y haya al menos 2 muertes por inanición de cada 10.000 habitantes. En pocos días, pues, se superarán estos criterios.

     

    Pero la situación no está solo en Somalia y el Cuerno de África. En estos momentos, el planeta tiene a seis países en situación de máxima alerta por hambruna, cuatro de ellos africanos (Etiopía, Nigeria, Sudán del Sur y Somalia junto a Yemen y Afganistán), una docena de países en estado de ‘máxima preocupación’ (la mayoría africanos: el Sahel –cuatro países africanos-, la República Democrática del Congo, Kenia y Sudán) y otros seis con ‘problemas de hambre’, entre los que están Malaui, Madagascar y Zimbabue.

     

    De Nueva York han salido compromisos importantes para paliar esta crisis. Los Estados Unidos, por ejemplo, han anunciado una ayuda urgente de 2.900 millones de dólares para intervenciones inmediatas, una cifra relevante.

     

    Solo UNICEF, por ejemplo, ha estimado que necesitan urgentemente 1.200 millones de dólares para medidas de choque que palien el hambre en la infancia de unos 15 países, mayoritariamente en África. El número de niños en situación desesperada ha aumentado en 250.000 en muy pocos meses, hasta casi los 8 millones actuales, en un momento además que el precio de los alimentos preparados para tratar a los niños con severa inanición (el llamado Plumpy Nut) ha aumentado hasta un 16% en pocas semanas, debido al incremento de las materias primas (otra vez la guerra de Putin).

     

    La situación, y ya lo he escrito en otras ocasiones, tiene todos los mimbres de una tormenta perfecta: unos países sufriendo el embate de la emergencia climática, que aún no se habían recuperado del golpe que supuso la pandemia, y que sufren en estos momentos las consecuencias de un conflicto que ha impactado en los precios de materias primas, alimentos, o algo tan necesario como los fertilizantes.

     

    Lo que también me tiene asombrado en toda esta crisis es su escaso, por no decir casi inexistente, impacto en los medios de comunicación de nuestro país. Y en la reacción del resto de países europeos, que también veo escasa. África afronta su hambruna más dura y preocupante de los últimos 40 años, y este asunto no está en los informativos de televisión, ni en las portadas de los periódicos, y mucho menos en las agendas de los consejos de gobierno de los países de nuestro entorno. Y no está, por lo tanto, en la conciencia de la ciudadanía. Y es fundamental que lo esté.

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