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Brecha entre la educación y el mercado laboral

Por Chiqui Castellano Suárez, directora ejecutiva del Centro Atlántico de Pensamiento Estratégico

 

Que el futuro de Canarias está en manos de nuestros jóvenes, es una verdad sabida, una sentencia que conlleva una enorme carga. Una preocupación que debemos abordar cuanto antes para que la transición de la etapa formativa al ámbito laboral, un mercado laboral que podemos describir como complejo, exigente y globalizado, sea un éxito.

 

Los elevados niveles de desempleo juvenil (menores de 25 años en Canarias 49% según la EPA IV TRIM 2015) ¿Son debido a la escasez de personas con competencias laborales esenciales o el problema radica en la brecha entre las habilidades que adquieren en la escuela y aquellas que demandan los buenos empleos? Sin duda es una cuestión que se debe analizar, debemos contar con mejores datos para tomar las decisiones correctas y gestionar su desempeño.

 

Asimismo, se debe determinar si la oferta educativa está respondiendo a la demanda del mercado laboral en términos de competencias y destrezas que se espera que tengan los jóvenes y en caso negativo como parece que están mostrando los datos, alinear mejor la educación y la formación con el mercado laboral.

 

Según la OCDE, uno de cada cinco estudiantes no está preparado, a los 15 años, para la sociedad a la que va a tener que enfrentarse, por ello necesitamos analizar la eficacia del sistema educativo en lo que se refiere a formar jóvenes que puedan insertarse de manera exitosa en el cambiante mundo del trabajo y dotarlos de las destrezas requeridas para el buen desempeño de sus carreras y sus vidas.

 

Los datos que arrojan la EPA y la OCDE son lo suficientemente dramáticos como para tomar medidas, si a esto le sumamos que la revolución tecnológica nos está mostrando como la estructura del mercado de trabajo se está polarizando entre aquellas ocupaciones que requieren habilidades complejas, propias de los trabajadores con mayor formación, está claro que la gran baza que tenemos de cara a seguir creciendo económicamente y poder seguir manteniendo la calidad de vida que tenemos, es contar con una población lo mejor formada posible de manera que nuestra productividad sea elevada y haya iniciativa empresarial.

 

Pero solo con las habilidades cognitivas, aquellas que tienen que ver con el coeficiente intelectual y las del conocimiento, que son las que permiten el dominio del saber académico, no vale. Para poder desenvolverse con soltura en el mercado laboral actual tenemos que sumarle las habilidades socioemociales, capacidad de liderazgo, capacidad de organizarse y planificar tareas cognitivas y la capacidad de percibirse a si mismo como un estudiante o trabajador eficaz.

 

Los trabajadores con mayor formación exhiben mejores condiciones, es decir, mejores salarios, mayores tasas de empleo, mayor estabilidad laboral…. Pero ¿Cuál es la diferencia que marca la formación en un individuo para que logre los objetivos que quiere alcanzar? ¿Significa que las personas más formadas también son las más productivas? Sin duda, las que alcanzan mayores cotas de éxito laborales son las que cuentan con altos conocimientos, pero además, cuentan con mayor nivel de otro tipo de habilidades, tales como habilidades sociales, relación del individuo con terceros, estrategias meta cognitivas, autoeficiencia…

 

El hecho de que un grupo de habilidades probadamente relevantes para el mundo laboral actual pueda adquirirse, moldearse y consolidarse durante la etapa escolar, es un hallazgo de primera importancia que no debemos desaprovechar, pues hasta la fecha han sido habilidades poco atendidas en las aulas que son susceptibles de ser desarrolladas, son claves para el desempeño laboral y para la vida misma.

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