Carta a mi hija Sandra (XXI aniversario)
Por Pascual Calabuig
Sandra, hija ,otra vez aquí, padre cumplidor de la promesa que mojada en llanto te hice un 5 de abril cuando, para mi pesar, ya no me oías.
"Prometí entonces que mientras viviera, cada cinco de abril te rendiríamos recuerdo y cariño en carta pública."
Por eso cada año desde hace veintiuno, observo con respeto cuánto trae y cuánto se lleva ese mes Abril que produce la luz de la primavera; ese mes al que en mi casa podríamos bendecir agradecidos porque en 1958 nos trajo entre soles y luces a Pascual, nuestro primer hijo...
Tan generoso y apegado a mi familia fue que el día cuatro, otra vez de abril, del siguiente año, repitió la dádiva dejándonos ver nacer, a un segundo hijo, Francisco Javier.
El destino reservó para los meses de Septiembre y Diciembre de los años siguientes la llegada de otros dos hijos: Antonio Jesús y Mª del Carmen convirtiéndonos así en familia numerosa, y en guardianes de salud, educación y bienestar; y mas y con mayor alegría ampliamos ese deber de padre y madre, cuando de nuevo Abril y la cigüeña de nuestros comienzos, acomodó en este hogar a una niña a quien bautizamos con el nombre de María Sandra, ...
y eras tú, hija, la que ahora por ausente despiertas añoranzas motivando este epistolario que nos aplana de pena, a la vez que nos eleva el espíritu porque nos parece verte y acariciarte a través de tus recuerdos que son tantos... ¡tantos hija¡ que si quisiera reproducirlos intuyo que no tendría tiempo. Pero, reflejado así el cuadro familiar Calabuig-Miranda desde Pascual, primer hijo, Abril de 1958, pasando después por Javier, Jesús y Carmela, a los que tengo tan cerca, creo que resulta fundamental ahora, elevar el tono y el dolor, arrugar mi viejo rostro, y añadir la emoción y palabras que merece el último de los cinco hijos de mi cadena familiar, cadena de la que, aun siendo éste el más corto y joven eslabón, es, también, ¡el más duro porque es el tuyo Sandra¡ de quien hasta hoy, conté en mis cartas con cariño pena y orgullo, muchas cosas de tus costumbres gustos y virtudes. Y aún añadiré, -en ésta que pudiera ser despedida-, algo referido al influjo del mes de abril en nuestra familia, y especialmente en ti porque... también tu, Sandra, como ya he dicho , asomaste en sus brazos, haciendo repicar campanas. Eras la última, la mas pequeña, la que pronto bulliste, inquieta y zalamera en la casa siendo mascota de bromas y amores de tantos hermanos, y reina de unos padres que te quieren de tal forma que por no poderte besar a diario , es por lo que prometí esta carta de cada 5 de Abril que llenamos de recuerdos y besos en tu memoria desde hace veinte años.
Son sensaciones que me dicen estar compartiendo con nosotros personas que al leer, reviven el recuerdo de sus propios hijos o familiares fallecidos.
En los calendarios del tiempo, aunque fueran de siglos pasados, si ustedes miran la hoja del mes que explico fotografiada con este texto, (prescindan del año, y fíjense
solamente en los días) y conocerán la historia que nos trae, alegra y aturde a la vez este Abril por cuanto queda marcado. Tres nacimientos y una muerte.
El día 29 en que nació Pascual y el día 4 Francisco Javier, ,y aún he de añadir otros dos de sus impactos que hacen temblar, emocionan y amargan al mismo tiempo, porque los días (13 y 5) de la misma página abrileña reflejan y anuncian el principio y el fin de tu vida, Sandra. Porque con Abril llegaste (13 de l956) y con Abril te fuiste (5 de abril, en 1996).
Por eso lloro todavía hoy. Y hago estas cuentas.
Por eso cada año, vivo impaciente mes a mes, semana a semana esperando que llegue Abril y procurando entonces seguir en pie.
Acaba de llegar y tan en pie estoy que cumplo la promesa de escribirte a ti mi hija con amor de padre
¡y a tí también te escribo mes de Abril!
con respeto, claro, y sin rencor, claro, porque, pese a que apareces cada año a recordar mi desventura, sé que solo eres un Heraldo anunciador de primaveras, e inocente contable de los días que llegan y traen alegrías como hiciste un 13 de abril trayendo a mi hija, o para llevártela años después en otro 5 de abril, como el de hoy, fecha en la que aún aferro la pluma superando el dolor porque, ausente tu compañía física, permanecen nuestro cariño y memoria cumpliendo la promesa que, además, se publica desparramada como ves gracias a la impagable atención de compañeros de radio y prensa, ellos y ellas que escriben, que leen y enseñan durante toda su vida, y a quienes me agradaría que apenas por leer les llegara rebotada como premio imaginario, aunque solo sea una luz de sentimiento, el leve destello de una mirada, la sonrisa amable o la queja dolorosa de un familiar o amigo perdido.
Por eso les invito, como años pasados, a que hagan suyos los pesares y emociones de un padre.
Aparentemente es poca cosa, pero...¡qué grande y agradecido es, conocer a quienes adivinando el llanto ajeno son capaces de incorporar lágrima y ternura propias, como recuerdo para sus ausentes.
Ya se, inocente y florido mes de Abril que tu nunca paras de dar la vuelta al mundo. Por eso cuando regreses el próximo ciclo te aseguro de antemano : Que, o yo, (por estar todavía aquí,) vuelvo a escribirte cumpliendo la promesa de recuerdo paterno a Sandra, o..de lo contrario, por haberme ausentado como se ausentó ella, estemos juntos allá arriba preguntándonos qué será de nuestra familia Calabuig-Mirada en la tierra.
Así son los calendarios de la vida y la muerte.
Por de pronto, Sandra, aprovechemos este Abril, estrechando, todavía por escrito, el más fuerte de los abrazos de unos padres y hermanos que te recuerdan.