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Casos del inspector Jack : Caso I        

                                          

Andrea Bernal

 

 

What’s that? The wind, always in this island…

 

¿Qué se adentra en mis oídos? Creo que estoy despierto, sin embargo, suena aún Shostakóvich en mi cabeza, su Allegreto furioso en Mi menor.

 

¿Estoy sobre la arena? What time is it? Debí haberme quitado la correa de cuero vieja de este maldito reloj suizo cuando Donna falleció. ¿ Las 6 y 42 ¿ Otro día perdido…

 

Pero un momento: ¿Qué son estas malditas rocas? ¿Acaso no estuve ayer en Bogarts? ¿Qué hago aquí? By my dear Satan! I must have fallen asleep here! ¡Mis barbas están cubiertas de arena! Y, ¿dónde está el truhan de Gerard? ¿No le acompañé ayer a casa mientras canturreaba “If I were a rich man…”?

 

¡Famara! ¡Estoy en Famara!

 

El inspector Jack, habiendo recibido todos los honores posibles por su colaboración con el gobierno británico hace más de diez años, pensó retirarse y vivir con su adorada y dulce esposa en Lanzarote sus últimos años de vida.

 

Su tez seguía siendo muy blanca, casi del color de su descuidada barba, sus ojos saltones se perfilaban detrás de unas redondeadas y empobrecidas gafas, y su sombrero inglés seguía recordándole el hombre que había sido y sobre el que seguía reconociéndose en su delgado cuerpo atlético, solo invadido cruelmente en la forma irregular de una barriga llena de bebidas isleñas, papas, y demás seres crujientes rebozados.

 

 

Confundido, aturdido, descuidado, se levantó de la arena. Sacudió sus bermudas grises, cogió sus desgastadas chanclas y comprobó que no había perdido su cartera y su teléfono.

 

Sus pasos eran lentos, las bolsas de sus ojos parecían caer hasta sus pies. El inspector caminaba lentamente por el interior de Famara. Trataba de buscar respuestas a sus últimas 24h.

 

Su vida era generalmente tranquila, exceptuando sus noches en la cofradía del puerto o en Bogarts, pero jamás había pasado una noche de ese modo, rodeado de gaviotas, en la orilla de Famara, con las olas bailando sobre sus pies.

 

Jack intentó encender su teléfono móvil. -To the mad Beatles! My phone battery is almost dead!

 

El día era claro en la Bahía de Penedo, con algunas nubes sobre Alegranza. Jack caminaba en dirección a las Fúfulas.

 

Paró a coger aire sobre el muelle, estaba hambriento y sediento pero debía esperar al paso de las horas para encontrar los comercios abiertos.

 

Lo único que encontró abierto fue la Iglesia del Sagrado Corazón de María.

 

Decidió entrar, aunque Jack jamás había sido hombre de frecuentar lugares sagrados.

 

Había un olor extraño y un frescor inusual que le hacían acercarse hacia el altar.

 

Se acercó al primer banco y entonces apareció, por sorpresa, su primer caso:

 

What!!! Jack subió la mano hasta su corazón. A corpse!!!! ¡Un cadáver!

 

 

 

 

 

 

 

 

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