Domingo, 14 Diciembre 2025
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Por Francisco J. Chavanel

 

 

Durante el periodo 2004-2007 conduje mi programa de radio, “El Espejo Canario”, desde una emisora creada al efecto por el grupo CanariasAhora.  Caco Henríquez puso 120.000 euros y yo 60.000. Como aquello pintaba bien pronto se unieron unos cuantos empresarios locales, los cuales aportaron cantidades respetables para mantener el proyecto. CanariasAhora siempre fue una instalación cercana al PSOE, demasiado cercana para mi gusto, un lobby que pretendía sacar provecho de su capacidad de presión haciéndose pasar por un medio de comunicación neutral, precisamente lo único que no era.

 

Antes de desatarse el “caso Unión” (junio de 2008), en Gran Canaria arrancaron los casos Eólico, Faycán y Góndola, todos ellos entre 2005 y 2006. En diciembre de 2006 se sabría de la imputación de Miguel Zerolo, y de parte de su equipo, en el affaire de Las Teresitas. Todos los casos, sin distinción alguna, tenían un nexo común: formaban parte de una estrategia política encaminada a lanzar a Juan Fernando López Aguilar a la Presidencia de Canarias. La corrupción existía, el ventanilleo político y de funcionarios lubricaba el sistema a las mil maravillas, las comisiones se cobraban de forma corriente y natural, los viajes a determinados paraísos fiscales se conocían en determinados ambientes… No era mejor ni peor que una década antes, A medida que las leyes de protección del territorio aumentaban, la corrupción también subía con el objeto de superar las nuevas barreras.

 

En diciembre de 2006 un amigo me invita a una cena en su domicilio en la que estaría presente un alto cargo policial. Poseía referencias de esa persona. Se suponía que en algún momento fue el hombre de confianza de Narciso Ortega, director de la policía nacional entonces, y que por problemas que yo desconocía había sido retirado de la investigación del “caso Faycan”, tras ser el inspector principal del caso Eólico. Mi interlocutor no perdió el tiempo. Pronto me puso en antecedentes. Las órdenes recibidas por la superioridad en la investigación del “caso Eólico” eran muy sencillas: había que pillar a Adán Martín y a José Manuel Soria, por ser ellos los motores del concurso y los que habían pactado dárselo a su gente. Todo se fue al garete cuando un particular (Alberto Santana) denunció el concurso en el juzgado gobernado por el juez Miguel Angel Parramón, y cuando en el verano de 2006 la sala de lo Contencioso decide paralizarlo al hallar en él pruebas irrefutables de ilegalidad. Al frenarse el concurso los diseñadores del enjuague dejaron de hablar por teléfono; de modo que de algunos aparatos pinchados no brotaba información.

 

Mi interlocutor me dejó claro que la investigación sintió el peso de la frustración al no lograrse casi nada. Tuvieron que conformarse con siete detenciones menores, encabezadas por el director general de Industria, Celso Perdomo.

 

Lo que le ocurrió con el caso Faycan es más interesante todavía. Empezó a sospechar  de la metodología utilizada por Ortega. De sus contactos con la Fiscalía Anticorrupción, de su obsesión con la prensa y con algunos periodistas a los que les contaba lo que le interesaba, con algún juez lanzado hacia la gloria. Los dos se enfrentaron. Testigos oculares me relataron que no llegaron a las manos de milagro. El resultado final es que Ortega se lo quita de en medio y pone al frente de la investigación a Concepción de Vega, afiliada al SUP por el propio Ortega, profesional de su máxima confianza, sucesora de él cuando lo trasladaron a Cataluña debido a las presiones del pacto autonómico CC-PP. En aquella cena es la primera vez que escucho que miembros de la policía manipularon pruebas, que llegaron a denunciar a compañeros suyos porque se negaron a colaborar, que las escuchas que se llevaban al juez ya estaban convenientemente troceadas buscando de su señoría una decisión ya prevista… A las doce de la noche, engañado y circunspecto, yo ya era otra persona.

 

En los siguientes días mantuve varias conversaciones con gente cercana a los casos. Le di vueltas y vueltas a todas las instrucciones buscando pistas y defectos. Encontré unos cuantos. Curiosamente Narciso Ortega me llamó a su despacho un sábado para decirme que me estaba vigilando, y que me andara con cuidado. La sensación que me produjo Ortega no es para reproducirla aquí. En verano de 2007 abandoné el grupo CanariasAhora e inicié una nueva andadura con la inauguración de 7.7radio. Había abierto los ojos. Todo lo que ha sucedido después sólo ha hecho confirmar lo que escuché en la cena con un alto mando policial que hoy está muy lejos del Archipiélago.


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