Domingo, 14 Diciembre 2025
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Soluciones imposibles. Por José Ignacio Sánchez Rubio

Hace unos días hablaba con Paul, un buen amigo que, como sucede con todo el mundo, va mohíno y cabizbajo; hondamente preocupado por su futuro laboral. Paul es un buen periodista, que trabaja en exclusiva para un grupo de comunicación nacional que, como la mayoría de las empresas anda también de cabeza.

La cuestión es que quedamos a tomar una copa y, nada mas verme, me espetó: “Ignacio, me siento como un músico del Titanic”.

Me sentí desorientado, porque no esperaba aquel saludo. Él noto mi gesto de incomprensión y me aclaró: “Sí, mientras el Titanic se hundía, la orquesta seguía tocando y yo me siento como uno de aquellos músicos”.

Y la verdad es que le comprendí de inmediato, porque yo también me siento así. Estamos viendo cómo se hunde la nave y seguimos, impávidos, tocando el instrumento que nos tocó en suerte en esta rifa de la vida.

La cuestión es que nos pusimos a hablar de la situación económica (¿se puede hablar de otra cosa hoy día?), y comenzamos a establecer comparaciones entre la gente y la situación actuales y lo que sucedió el 14 de abril de 1.912 en las costas de Terranova.

Y la verdad es que, a medida que íbamos hablando, íbamos descubriendo los enormes paralelismos existentes entre ambas situaciones.

En primer lugar, que ni el capitán ni la tripulación del Titanic le dieron la más mínima importancia al accidente y siguieron actuando como si tal cosa; al fin y al cabo, el Titanic, la más perfecta nave del mundo, estaba construida para no hundirse nunca.

Y lo mismo nos pasa ahora: Con Zapatero estábamos en la Champion Ligue y con Mariano parece que vayamos a jugar la final. Nada parecen importar los seis millones de parados, ni las diez mil empresas que presentaron declaración de concurso el año pasado, ni las cuatro mil empresas que cierran cada mes sus puertas para no volver a abrirlas. Aquí nadie le da la más mínima importancia a los indicadores económicos. Como son indicadores generales, parece que no nos afectan, porque lo general, lo publico, no nos pertenece. Y tal vez por eso, cuando hay desaprensivos que se quedan con lo público, aunque todo el mundo protesta, nadie hace nada por remediarlo.

Y mi amigo Paul, el que se siente músico del Titanic, me hacía notar como tampoco el pasaje del barco tomaba conciencia de lo que se avecinaba; y seguían cantando y bailando; incluso, muchos, jugaban en la cubierta con el hielo del glacial que había caído después del choque. Incluso, mientras se iba hundiendo, lentamente al principio, la gente seguía divirtiéndose mientras la orquesta seguía tocando. Créanme que, en ese momento, miré a mi a migo Paul y noté que, de veras, se sentía encarnado en uno de los ocho componentes de aquella mítica orquesta.

Hoy la situación no es distinta de aquella de hace algo mas de cien años. No nos estamos hundiendo en el mar, nos hemos hundido en la miseria. La gente ahora no se ahoga, se desespera. Y la desesperación lleva al suicidio. Ayer, cinco días después de que en Córdoba un obrero de la construcción de arrojara desde una obra por no poder pagar la hipoteca, y perdiera la vida, otros tres ciudadanos se la quitaron también por el mismo motivo. Y la orquesta, sigue tocando. Pero la orquesta que toca ahora es la de los políticos, que nos entretienen permanentemente con ese circo en que han convertido la política.

La cuestión a plantearse es si esto tiene fin. O dicho de otra forma, cuantos ciudadanos tienen que morir para que reaccionemos. Mi amigo Paul se sentía músico del Titanic, pero ello era equivalente a que, siendo consciente de la tragedia, él seguía cumpliendo con su trabajo. Los músicos de hoy, los políticos, siguen entreteniéndonos con sus escándalos y corruptelas.

Ayer, el Partido Popular modificó su actitud ante el cambio de la legislación hipotecaria porque se suicidaron tres personas. Hoy, seguimos con los seis millones de parados,  y con las declaraciones de concurso, y con los ERE, y con los cierres de 130 empresas cada día. Me pregunto yo, cuántos suicidios tiene que haber para que los músicos actuales, los políticos, dejen de tocar. ¿O tal vez los que se tendrían que suicidar son los políticos?


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