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La patrimonialización del PNC

Por Francisco Pomares

 

 

Dirigir un pequeño partido tiene sus ventajas. Una es la de poder mangonear a gusto y modo. Si los militantes del partido caben en un taxi, imponer a los propios un criterio o posición no requiere mucho esfuerzo. En Canarias hay bastante tradición de partidos mínimos, sobre todo partidetes locales, o partidos de juguete, como el Centro Canario, o partidos de adorno como el PNC. En la práctica, y a pesar de la presunta grandeza de sus siglas, el PNC es sólo una excrecencia de Coalición, un grupúsculo de escasa entidad, nula influencia social y poca militancia, cuya única importancia actual es la de formar parte del acuerdo original de formación de Coalición Canaria, que incorporó al PNC hace ahora algo más de veinte años como puro elemento ornamental. Pero la participación del PNC en Coalición ha permito a sus dirigentes disfrutar de algunas canonjías, como la presencia de sus dirigentes en las listas (en puestos con no muchas posibilidades, habría que precisar), su integración residual en el organigrama del Gobierno, y la presencia de varios representantes –creo que son cinco- en el Consejo Político coalicionero, además de otras rentas de carácter no directamente político, como reconocimientos y honores varios, asesorías áulicas y accesos preferentes. Desde el PNC se ha rentabilizado bastante el aura de unas siglas con más valor simbólico que histórico. El último intento, frustrado, ha sido la pretensión del profesor García Ramos de forzar el nombramiento de un diputado tinerfeño como senador por la Comunidad Autónoma que debe sustituir al dimitido Miguel Zerolo, lo que haría correr la lista de Tenerife y le convertiría a él mismo en diputado durante un par de meses. La decisión de que sea María del Mar Julios la que vaya al Senado –y por lo tanto de que corra la lista de Gran Canaria- ha provocado el asirocamiento de García Ramos, y la amenaza de abandonar Coalición, tentación recurrente a la que el profesor y capitán del PNC sucumbe cada tanto.

 

Presentar el asunto como un cisma en Coalición es un exceso: la salida del PNC –suponiendo que García Ramos sea capaz de convencer a los dos o tres colocados en el Gobierno de que lo dejen- no sería un cisma. No hay materia herética para provocar tal sismo: sólo el desencanto de García Ramos que apostó e hizo apostar a los suyos por Rivero en el Consejo de la sucesión, y ahora no recibe el premio prometido. Que es lo que suele ocurrir cuando una apuesta y pierde.

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