PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD

Lanzarotelandia o carta de un indigente alcohólico al turista que pisa suelo lanzaroteño

Por Ernesto Alcárcel


Sea usted francés, italiano, búlgaro, británico, alemán, colombiano o ecuatoriano en Lanzarote (un minúsculo peñasco de tierra casi virgen; lo de virgen es pura retórica de alguien enfadado con la tierra que lo vio nacer y que se siente tan inmigrante como el que más), me gustaría darle unas recomendaciones sobre el paradisíaco destino que ha elegido como remanso de gloria para sus vacaciones o para salir adelante; como llevo un par de cervezas encima y soy un pedidor nato y ambiguo que pide en los supermercados para costearse su adicción, voy a intentar ser breve, conciso e ignorante. Lo de ignorante no me va a costar mucho esfuerzo. Aquí, como en el Edimburgo de los ochenta, hay prostitución, drogas, alcohol, etc., pero eso no es nada nuevo para alguien que sabe distinguir cuando un lugar está lleno de cacas de perro o como los lugares emblemáticos de Arrecife, como el Gran Hotel, las sombras de los arboles brillan por su ausencia, al igual que las papeleras en El Charco.

 

Estas son solo señales nimias e insignificantes de una isla donde más vale no abrir el periódico y enterarse de qué político de turno es el que ya no puede seguir blanqueando su cargo, pues le llueven imputaciones varias y de todos los colores y nombres como el de Dimas Martín, por citar uno entre todos los que han creado una escuela de usurpadores que parece no tener fin. Sobre este terreno, sus artimañas son lo más destilado en una Marbella isleña, un poco más cara que el resto de las islas y de todo el territorio peninsular.

 

He de advertir al inmigrante - que ya es mayoría absoluta en el padrón municipal -, que está en una tierra de gente que se ha mandado a mudar y que se ha empobrecido hasta las trancas; pero que conste en acta, estas personas que acabo de mencionar son exclusivamente nativas, es decir, son esos que tienen que levantarse temprano para ir al hotel donde usted o cualquier visitante de las malogradas costas conejeras se hospeda y pueda sentirse bien atendido.

 

Pero esto no es justo, mis argumentos son anoréxicos, ¿cómo es posible que un conejero de 38 años que se ha pasado la mayor parte de su vida haciendo el payaso con sus borracheras se crea con derecho a aporrear este teclado sin ton ni son? pues ya ve, yo paseo por estas calles todos los días viendo su fotogénica miseria cloacal y me sigo sintiendo igual de aturdido, decepcionado y desconcertado al ver en qué se ha convertido el lugar que me vio nacer; pero, oh Shit!, vamos a hablar en plata, los datos no mienten, yo sí: Cesta de la compra intergaláctica, tasa de paro inconmensurable, colectivos coercitivos que manchan el buen renombre de unas postales que no recogen los mercadillos y el agua cloacal que simboliza Arrecife con sus esqueletos urbanísticos que están en fase embrionaria y llevan décadas en proceso de gestación y okupación, desde los siglos de los siglos. Las calles paralelas a la calle Real son sombras de la principal fuente de trajineo en esta maravillosa capital, que aconsejo como último lugar a conocer de esta isla saturada, desbordada y materialista.

l

Comentarios (2)