PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD

Leibniz y la poesía

 

Andrea Bernal

 

 

Hay muchos Leibniz dentro de G.W. Leibniz (1646-1716).

 

Leibniz fue jurista, matemático, lógico, teólogo, filósofo. Fue uno de los grandes pensadores racionalistas del s. XVII junto con Descartes y Spinoza, y encontramos en él – los apasionados sobre poesía – una impecable belleza en su Teodicea (1710) y Monadología (1714).

 

La poesía no se aleja de una mónada, solitaria, aislada, con fuerza interior. Un poema es también una entelequia. Una mónada constituye los elementos de todas las cosas, de modo que, si logramos conocer la naturaleza de las mónadas, lograremos conocer la naturaleza de toda la realidad.

 

Cuando escribo un poema pienso en mónadas sucesivas, dentro de él, -puedo imaginarlo como una bella forma circular- están presentes todas las vidas y todos los mundos que no conozco. Es el poema quien me enseña a mí. El poema tiene su propio centro de fuerza y su actividad interna. Hay que concebir la mónada de forma análoga a nuestra actividad psíquica.

 

Cada mónada representa el universo y un microcosmos. Hay en cada mónada un “cooperar de todas las cosas” o un “Omnia ubique” renacentista.

 

En 1696, Leibniz crea su sistema de “armonía preestablecida” para explicar la relación y el acuerdo entre dos mónadas. Se trata de concebir las sustancias como estructuradas en una forma tal que extraigan todo desde su interior, y que lo que cada uno extrae de su propio interior coincida con lo que también la obra extrae desde su propio interior, según una correspondencia y armonía perfecta; dentro de su naturaleza misma. ¿No recuerda acaso eso al acto y desarrollo de nuestro escribir?

 

La Teodicea nos abre un abanico de preocupaciones humanas: desde el mal, la libertad, el cuerpo y espíritu, la providencia, la moralidad…sucesiones de lo que somos.

 

Como el poeta, Leibniz se preocupa por el mundo y su complejidad. Y como el poeta, Leibniz sabe ver la belleza, el bien, el mal. La vida en lo que es por sí misma. Sin adornos. Con dolor.

 

Escribir poesía es liberar mónadas, derramarlas por un mundo en ocasiones, inexplicable.

 

Comentarios (0)