Domingo, 14 Diciembre 2025
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EL FORO DE LOS BALBOS. Por Mar Arias Couce

Hay amores que matan, otros mueren antes de llegar a ser amores reales y otros nacen muertos. Hay amores para un rato, para una temporada o para toda la vida. Hay amores que te hacen subir al cielo y otros que te devuelven  a la tierra de un sopetón. Hay amores del montón y amores únicos, inolvidables. Hay un primer amor y último amor, y en ocasiones es el mismo. Hay amores generosos, sensibles, cercanos y los hay egoístas y pendencieros. Los hay rutinarios y apasionados, trágicos o divertidos. Hay amores que te encogen el corazón y otros que llenan mucho más allá de lo que nunca habías imaginado.

El amor es ese pequeño misterio que tiene la capacidad de hacernos perder la cabeza una y otra vez, de llenarnos de felicidad y de hacernos pensar que no valemos nada. El amor, a una pareja, a los hijos, a los padres, a los amigos, al trabajo, al ejercicio físico, al dinero (que se lo digan a los corruptos), a los animales, al hecho en sí de volver a enamorarse una vez más…, el amor es el motivo por el que nos levantamos cada día de la cama. El amor es el motor que mueve el mundo, de eso no me cabe duda. A veces se nos olvida decirles a las personas que queremos cuánto las queremos.

En el ajetreo diario olvidamos lo importante que es que lo sepan, que sean conscientes de que son una parte fundamental de nosotros y que sin ellos nuestra vida no podría funcionar, no tendría sentido. El amor es sensible como un animalito que necesita nuestros cuidados diarios para sobrevivir. Si no lo cuidamos se marchita, se pone mustio, se pierde… y luego nos sorprendemos de que la cosa haya acabado así de mal.

Pero… ¡si no pasó nada! Y ese es a veces el problema, que no pasa nada de nada, que nos olvidamos que el amor, como todas las cosas buenas, debe fluir. Y en esta época de recortes constantes, de disgustos, de desgracias, más que nunca. Esta columna va para todas las personas que están lejos y no veo tanto como quisiera, para los que tengo al lado, para mi enorme familia, para mis amigos, para mis padres y, sobre todo, para mis hijos y para mi chico, por soportarme a diario, que sólo por eso se lo merece. Porque si de verdad creemos que el amor es el motor que mueve el mundo, todavía tenemos oportunidad de conseguir que las cosas cambien a mejor.


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