Domingo, 14 Diciembre 2025
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DESDE MI ISLA ATLÁNTICA. Por Antonio Coll

No ha sido precisamente la crisis financiera e inmobiliaria la que ha producido la ruina en muchos ayuntamientos y administraciones públicas. Antes de ella, ya se avisaba de la alegría y despilfarro, en muchas instituciones que, en época dorada, se dedicaban a gastar sin miramientos y a inflar las plantillas, de forma partidista y corporativista. A los gestores de entonces poco o nada les importaba “apretarse el cinturón” para los tiempos de “vacas flacas”. Los empresarios y autónomos saben bien que, desde siempre, han tenido dificultades para cobrar sus facturas a las administraciones públicas. Posiblemente, gracias a la “generosidad” bancaria, los ayuntamientos y otras instituciones seguían bailando la “polka” y hacían frente a los pagos, siempre de forma ralentizada. Pero ahora el endeudamiento es de tal calibre que ya se ven en la tesitura de abonar mensualmente hasta las nóminas. Por otra parte, las entidades financieras, privadas y públicas, han cerrado el grifo y todas las alarmas se han encendidos, en un gran número de corporaciones locales e insulares. Ahora, los expertos hablan y reclaman de insularizar y mancomunar servicios y exigen un “pacto local” que regule las competencias de las cuatros administraciones: ayuntamientos, cabildos, gobierno autonómico y Estado. Este modelo desde hace mucho tiempo se viene reclamando, pero ahora a ver quien le quita el “cascabel al gato”. Aquí no se trata de salvar el estado de bienestar sino de sobrevivir y ya llevamos más de dos años de recesión y percibo que la “fiesta” continúa y las medidas necesarias y contundentes para frenar el gasto no llegan. Es más, pienso, que el derroche permanece a costa de no pagar a los proveedores. Pero como todo tiene un límite, pronto veremos ayuntamientos y empresas públicas con el cartel “cerrado por falta de presupuesto”. Por cierto, las empresas públicas acumulan una deuda cercana a los 52.000 millones de euros en todo el Estado, por ahora, llamado Reino de España. Y muchas de estas empresas están fuera del control político o parlamentario. Aquí se coloca a dedo a trabajadores y se reparten subvenciones, sin ningún miramiento. Algunos datos, publicados en el ABC: En todo el Estado se utilizan 340.000 teléfonos móviles pagados, naturalmente con dinero público. Existen 35.000 vehículos oficiales de los cuales las autonomías cuentan con 1.200. Esto supone 240 millones de coste anual. Y paro porque les voy a volver loco con tanto número. Yo estoy de acuerdo con los que manifiestan que aquí no se trata de suprimir por suprimir, sino de gestionar bien las corporaciones, evitar las duplicidades, potenciando a los cabildos insulares para descongestionar a los ayuntamientos y meter la tijera en la administración autonómica canaria y parlamento. El problema de la España que está por encima de Gibraltar es de ella y por mí que eliminen las diputaciones, el Senado y, si quieren, privaticen el “Valle de los Caídos” y le hagan un monumento a ZP, que se lo merece por los “méritos contraídos” al convertirse en el primer “incendiario“de Hispania, igualando a Nerón, emperador de Roma, cuando quemó la ciudad romana. El Gobierno Español no nos va a solucionar nada y como se ha comprobado utiliza a Canarias como una gran plataforma recaudatoria, asfixiándola para impedir que se abra al mundo, sobre todo al continente vecino y podamos cambiar el modelo del monocultivo turístico, que, como ya se está comprobando, no es la solución exclusiva, pues las cifras hablan por si solo, sube la cifra de visitantes y el paro sigue estancado o aumentando. Vuelvo a insistir, si en Canarias no somos capaces de actuar con firmeza, cambiando y reestructurando nuestro modelo económico y político, creo que pronto seremos nosotros los que utilicemos las “pateras” para emigrar. Y no estoy exagerando y a mi edad no estoy ni para demagogia barata ni para cuentos chinos.

En un mensaje dirigido a los ayuntamientos y cabildos, el presidente de Canarias, Paulino Rivero, hizo un llamamiento al realismo, a la contención del gasto, la austeridad y racionalización. El presidente del ejecutivo ofrece su apoyo y, entre todos, plantar cara a las dificultades. Naturalmente apruebo sus palabras, pero espero que su discurso no sea solo para la galería y empiece a tomar medidas urgentes y tratando a todas las islas por igual, sin discriminar a ninguna. Lanzarote aún tiene una deuda histórica y desearía una atención especial a la isla que además le ha aportado cuatro parlamentarios a CC. Él como máximo responsable político canario tiene la obligación de empezar a edificar de nuevo Canarias bajo nuevas ópticas y alternativas. Pienso que tiene capacidad para ello, siempre que se aleje de influencias extrañas o “lobbies” económicos codiciosos y enemigos de que Canarias avance. Porque si ahora el horizonte es pesimista, tiene que sacar fuerza de flaqueza para que al menos vuelva de nuevo a Canarias un poco de sosiego, para empezar a visualizar en el fondo del túnel, el optimismo. Eso espero. Como todos los canarios y residentes. Tenemos un potencial enorme para creer en nuestro futuro. Pero para explotarlo necesitamos estadistas y buenos gestores.
El tiempo apremia y los compromisos hay que cumplirlos. Fortalecer a los cabildos y con un gobierno canario fuerte y responsable, convencido y convincente de que podemos remontar, sería el inicio de ver la luz y, cuando los tiempos sean más favorables, empezar a dialogar con el Estado central, para buscar fórmulas que implanten en Canarias un modelo político con la mayor independencia posible. Hay temas internacionales que aún están por definir, como las aguas jurisdiccionales-territoriales canarias y la política exterior. Sin miedos, tenemos que ahuyentar el colonialismo y definir inteligentemente nuestro destino. Comprendo que cambiar los moldes culturales y conocer la realidad económica y social de nuestro archipiélago, exige un largo camino pero el esfuerzo al final será recompensado, porque no podemos seguir con políticas titubeantes, inseguras y sin posibilidad de construir un proyecto canario que nos ofrezca bienestar y riqueza. Ser tan “dependiente” del exterior, como se ha demostrado, solo crea incertidumbre, desempleo y “ruina” a una gran parte de la población.


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