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OPINIÓN. Castañeyra: la indecencia política en su máxima expresión

La esperpéntica actitud de la concejal sólo debería merecer el repudio de todos los grupos políticos

La actitud de la concejal de Arrecife renunciante del PIL Amor Castañeyra no debería menos que merecer el más enérgico repudio de todos quienes defienden que al menos haya un mínimo de decencia en la vida política. Su dimisión al partido, pero convirtiéndose en tránsfuga al conservar su acta, y el escrito en el que explica los motivos de esta decisión, dibujan una esperpéntica figura de Castañeyra, quien se ve así descalificada por ella misma de pies a cabeza.
Cuesta creer que la desvergüenza de quien iba en el séptimo puesto de la lista electoral del PIL llegue a tal punto. Lógicamente, ni ella misma cree que llegó a ser concejal porque la gente le votó a ella, a punto tal que al ir en esa posición de la lista, entró en el Ayuntamiento ‘por los pelos’. Es cierto que legalmente el acta de concejal es personal –una legislación que por cierto consideramos debería cambiar-, pero moralmente es del partido. Y más aún en el caso de ella, que según admite en su escrito, se ha rebelado contra la disciplina del partido sólo porque fue cesado quien le asesoraba en materia de Comercio. Alguien que por cierto no era “su” asesor de ella, sino que era asesor del Ayuntamiento de Arrecife. ¿O es que ella le pagaba el sueldo? ¿O es que ella fue quien le designó? La respuesta es, obviamente, un no en ambos casos: al asesor lo designó el alcalde, y se le pagaba con dinero del Ayuntamiento, es decir, de todos los contribuyentes del municipio capitalino. Luego, cada uno hace con lo que cobra lo que quiere, pero una edil no puede transfurgarse sólo porque una cantidad de dinero en sueldo ya no “cae” al lado de ella.
Es también de pena que al no dar explicaciones sobre por qué votó en contra de los Presupuestos el pasado 28 de diciembre, generando esta crisis, deja claro que sólo lo ha hecho por su rabieta por el tema del asesor. Esto demuestra, sobre todo, una profunda falta de respeto a los ciudadanos, testigos incrédulos en muchos casos de este circo montado por la edil tránsfuga.
Y patético es también que esta concejal de cuarta línea –lo decimos por el mencionado puesto en el que iba en la lista-, tenga la desvergüenza de evaluar en un escrito presentado al partido y hecho público por ella misma- ella nos lo remitió por fax-, la capacidad de Cándido Reguera como gestor, calificándole de “ineficaz” y, ya en el colmo del surrealismo, criticar su “intromisión” en el tema del Mercadillo. Catañeyra parece que no ha terminado de entender, o no ha querido entender, cómo funcionan las Corporaciones públicas, dado que hablar de “intromisión” de un alcalde en un tema que es de competencia municipal supone o un semianalfabetismo institucional o, sencillamente, decir las cosas sólo por decirlas.
El PIL deberá reflexionar por su parte acerca de por qué le han ‘estallado’ tantas cosas en las manos en esta Legislatura, pero también habrá que ver ahora qué hacen otros partidos políticos ante el descarado transfuguismo de Amor Castañeyra, porque quienes defienden la decencia en la política y la vida pública no pueden hacer otra cosa que no sea repudiar categóricamente la actitud de esta concejal.
Es de esperar que la oposición no vaya a valerse ahora del voto de esta tránsfuga para amargarle la vida al Grupo de Gobierno capitalino, y sobre todo, para paralizar temas importantes para las isla. Y no vale que se excusen diciendo que el actual alcalde accedió a ese cargo gracias al voto de tal o cual concejal, porque lo que la ciudadanía, los votantes necesitan, es que cada uno se haga cargo de sus propios actos. Y todos los grupos políticos, si realmente defienden la decencia en la vida pública como se llenan la boca en pregonar, lo único que pueden hacer respecto a Amor Casatañeyra es repudiarla como concejal. Cualquier otra cosa les igualaría a ella en su indecencia.

Lancelot Digital

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