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OPINIÓN. Cuentos de corujos

MAGUA. Por Mare Cabrera

El niño se crió en una casa blanca de puertas verdes, y su madre lo parió teniendo ella 17 años. O sea, siendo casi una niña también. Como diría la señora años después, fue un buen polvo que trajo malos y muchos disgustos. Tuvo poca delicadeza diciéndoselo a él.
Le gustaba escuchar a Lila Downs, con voz desgarrada, quizá porque le recordaba a la de la abuela, paciente y casi santa. Ya lo demostró cuando después del primero, él, vinieron tres más, seguidas y cumplidas ellas, con grandes ojos y delicadas sonrisas, de aspecto infantil hasta para ser niñas. Se hizo cargo como buenamente pudo.
No tuvo mucho tiempo para creer en magos ni hadas, y sí lo hizo en pañales y noches de cuidados accidentados, cayendo hacia una vida terrenal y práctica antes de lo deseado. Noches en vela de paños húmedos y bañeras rebosantes a causa de las fiebres, que tendrán otras cualidades pero nunca la de oportunas.
¿Qué sabía él que podía quejarse y que cumplía cometidos que no le incumbían?
Y pronto salió de casa, ahíto del trato malo, la contestación fea y los cachetes encarnados, el trasiego de señores extraños por la casa, de voces desconocidas y gemidos indescifrables.
Por eso al hablarle años después un maestro, con talante socarrón, de corujos, cuando ya espigaban sus piernas y las cocinillas se ahumaban, pensando en lo extenuada que estaría su infancia a esas alturas, asombrado y casi emocionado, comprendió que los ojos exaltados y la taquicardia no podían ser fingidos, y el brillo cándido que supone creer en algo extraño y desconocido, un ser quizá con uñas afiladas y andares desgarbados que habita en los aljibes para evitar que los niños caigan en ellos. No dejó de sorprenderse y enternecer a quien pensaba que la ingenuidad sólo pertenecía a los niños acunados en sábanas de seda, no pensó ni supo que el niño, en su desconchada habitación, ya inventó esos seres para él y sus hermanas, intentando apagar otros sonidos que venían de fuera, para alejarlas de los peligros, aunque no atinara en ponerles ese nombre.

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