Domingo, 14 Diciembre 2025
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DESDE MI ISLA ATLÁNTICA. Por Antonio Coll

El intento de aterrizaje de medianas y grandes superficies comerciales, en Lanzarote está creando en la opinión pública un interés social inusitado, con interpretaciones de toda clase y, por qué no decirlo, creando confusión, por una parte y por otra, distorsión deliberada, faltando, a mí parecer, información veraz. También es cierto que las leyes y normas urbanísticas y de planeamientos son, en muchos casos, enrevesadas y expuestas a interpretaciones jurídicas variadas, de difícil comprensión, y menos para el público general.

Por ejemplo, la solicitud de la cadena española Mercadona, de instalarse en el Parque Industrial de Arrecife -Polígono Este, Altavista II- para la apertura de un gran establecimiento comercial de consumo cotidiano, con una superficie útil de exposición y venta al público de 1.936,30 metros cuadrados, está, en estos momentos, en exposición pública, según publica el Boletín Oficial de Canarias, “con el fin de que se pueda formular las alegaciones que se estimen pertinentes”. En este aspecto, me consta que ya se han presentado diferentes alegaciones, en el sentido de que las parcelas donde iría ubicada dicha gran superficie tendrían carácter de almacenamiento de productos para el consumo mayorista, aunque, si bien el Plan General de Arrecife en vigor “entiende que dentro del uso industrial se engloba el uso de almacenaje y que la parcela admite el uso comercial de venta de alimentos”, pero sigue diciendo la norma “únicamente puede tener tolerancia comercial la mercancía derivada de su producción específica y envasados por la propia empresa”.

La Dirección General de Comercio y Consumo del Gobierno de Canarias es el organismo que tiene las competencias para la licencia comercial-actividad y, según se desprenda del certificado-informe, el Ayuntamiento de Arrecife concedería la licencia de obras y apertura de la citada gran superficie. Este escribidor ha consultado a diferentes fuentes y el diagnóstico final es parecido a cuando uno va a tres médicos distintos para una misma dolencia: en muchas ocasiones ninguno coincide. Ir a un cuarto sería el remate final. Hasta que se cumpla el plazo de información pública y se dictamine por parte del organismo competente la resolución, seguirán las conjeturas y opiniones con una amplia gama de colores, según de dónde vengan. El 8 de febrero finaliza el plazo, a partir de esa fecha, Comercio dictará la resolución y es, a partir de entonces, cuando el Ayuntamiento capitalino estará en disposición de conceder las licencias correspondientes.

La legalidad vigente, ahora más que nunca, ha de cumplirse a rajatabla y mirarse todo con lupa, porque la experiencia que se ha vivido, sobre todo en Lanzarote, ha sido como un campo minado, cuyas bombas han explotado de norte a sur, muchas veces por no cumplirse las múltiples y enrevesadas leyes y normas urbanísticas existentes y las correspondientes sentencias dictadas por juzgados y tribunales, con interpretaciones desiguales. En este mundo es más difícil “simplificar” que “liar”. Me da la impresión, a veces, que los redactores de leyes y normas son “masoquistas” y se enorgullecen de poder fastidiar al prójimo para poder vivir “feliz”. ¿Usted, estimado lector, me entiende? ¡Cuánto se añora la sabiduría de nuestros antepasados!

Yo no sé si las expectativas suscitadas en Lanzarote por la implantación de nuevas superficies comerciales foráneas corresponden a una realidad tangible o se deben más a la recesión económica y a los recortes drásticos del dinero público que están empobreciendo aún más a la sociedad del bienestar que hace tres años disfrutábamos. La reacción del consumidor es normal y humana, en cuanto, a más competitividad, aumentan las ofertas y, por consiguiente, los precios bajan. Otra cuestión es si dichas implantaciones pueden hacer desaparecer a cientos de comercios tradicionales y el negocio comercial queda en manos de empresas multinacionales, imponiendo sus reglas y precios, lo que significaría ser rehenes de ellas, sin que se traduzcan en beneficios para los lanzaroteños y residentes. Por otro lado, tenemos que saber que los beneficios de esas empresas no se invierten en Lanzarote o Canarias, circunstancia que sí ocurre, en la mayoría de los casos, cuando los propietarios son canarios o residentes fijos.

Por otro lado, y hablando de la corrupción financiera, recomiendo leer el artículo del jurista Antonio Garrigues Walker, publicado en el diario ABC -23 de enero- en la página “Tercera”. El prestigioso abogado habla de la actual crisis, la corrupción financiera y transparencia. Se lo recomiendo. Contiene mensajes para una reflexión profunda y cómo los culpables de la crisis económica aún están impunes.

Llevamos ya casi cuatro años de una de las crisis económicas más grave desde la recesión de 1929, y aquí los perjudicados son los mismos de siempre. Parece como si el poder político haya sido desplazado por los estafadores financieros, que siguen haciendo su “agosto” sin que se impongan leyes para frenar la desenfrenada avaricia de unos pocos, en perjuicio de la sociedad en general que lo único que percibe es que el desempleo aumenta, a los afortunados asalariados les recortan los sueldos y, encima, les suben los impuestos. Nadie sabe cómo vamos a salir de la crisis. Los analistas económicos y financieros ahora son comparables a los “hombres del tiempo” de antaño. Sus predicciones estaban más cerca del azar que de la realidad. El disgusto y el malestar de lo que está pasado en el sistema económico actual se están convirtiendo en resignación y la mayoría de los habitantes y, sobre todo, los más desfavorecidos padecen y sufren en sus propias carnes los desaguisados, fraudes y corrupción financiera provocados por una minoría de delincuentes.

¿Qué vamos a hacer si hay calima y el meteorólogo dijo que llovería? ¿Sólo nos queda tragar polvo en suspensión? ¿Dónde está el paragua del poder político para resguardar a sus pueblos? Por ahora sólo veo reuniones, cumbres y recomendaciones, pero de soluciones, sólo hablan a largo plazo. No sé si el “cuerpo” aguantará.


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