OPINIÓN. De obras
EL FORO DE LOS BALBOS. Por Mar Arias Couce
Mi cocina se ha suicidado. Literalmente. Poco a poco los muebles de la parte superior de la misma se fueron dejando caer peligrosamente sobre la encimera hasta que decidimos que la cosa no daba para más, y si no queríamos tener una desgracia casera lo mejor iba a ser desembolsar y adquirir una nueva cocina. Y qué mejor momento para hacerlo que fechas antes de la Navidad, justo cuando, además, llegaban a casa mis padres. Si ya de por si una casa en obras es una marabunta, si encima hay más gente de lo habitual y dos de sus habitantes consideran que un martillo es un aparato de poder de los Gormitis con el que se puede hacer de todo, menos trabajar, pues no hay más que decir. Una vez montados los muebles nuevos hubo que tomar medidas para encargar la encimera y eso supone, día más día menos, casi una semana sin cocina y sin fregadero. Lo mejor fue cuando Alejandro vio la cocina ya totalmente vacía y con medio suelo levantados y se plantó en medio para soltarme: “Mamá me encanta nuestra cocina nueva… es ¡¡¡preciosísima!!!”. En fin, menos mal que en mi faceta antigua (antigua porque ahora nunca tengo un euro para gastarlo) de compradora compulsiva, me dio por ir haciéndome un ajuar electrónico. Me explico: exprimidora eléctrica, hervidor de agua, tostadora, plancha de asar, sandwichera, freidora y hasta un aparato “utilísimo” para hacer helados, que hemos usado cuatro veces y otro para cocinar al vapor que he estrenado estos días por pura necesidad. Todos ellos, junto al estimado microondas pasaron a compartir la vida familiar al salón de la casa. La primera consecuencia, al margen de la extraña estampa que supone ver el árbol de Navidad y el Belén junto a una mesa de cocina abarrotada de aparatos funcionando a la vez, ha sido el traslado directo del cuarto de juegos de los niños al salón. ¿Para qué jugar con puzzles, leer libros y sacar las acuarelas si existe la posibilidad de jugar a la bola canaria con las papas o al fútbol con las naranjas de mesa? Las bolas del árbol de Navidad aparecen dentro del microondas, los vasos y platos de plástico en las cabezas de los niños y llevo tres días buscando la tabla de cortar en los sitios más insospechados. Luego está el asunto de fregar los platos en el baño cual lavandera en el río, pero en versión siglo XXI, en lugar de tirar las cucharillas a la basura se nos van por el desagüe. No quiero ni pensar que en lugar de la cocina se nos hubiera estropeado el cuarto de baño, sobre todo porque nunca me ha dado por comprarme un lavabo u otras cosas portátiles (que todo se andará). Felices Navidades a todos.