Domingo, 14 Diciembre 2025
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SI LE DIGO LE ENGAÑO. Por Miguel Ángel de León

La edesiofobia es el miedo a entrar en las iglesias. Parecido al que tengo yo a entrar en el Cabildo o en los ayuntamientos de Lanzarote. Pero no busques el palabro en el diccionario. No está. Es un término maldito incluso en estos tiempos de tan escasa asistencia a los templos religiosos. Es tabú hasta para la Academia de la Lengua, que es una vendida y a la que de último le da por tirar piedras contra su propio tejado, como es triste fama, sólo porque cree no hay que dejar solo a Zapatero (ahí hubo humor con la tilde o acento gráfico, no me lo agradezcan) en su lucha a muerte contra el único idioma que él cree manejar como si fuera simple o simplona ministra de cuota.
Los viejos monjes saben que esa fobia y ese odio a las piedras sagradas existen desde hace siglos. Mi ordenador, que es un enterado de la caja del agua (y eso que lo compré en Lanzarote y no en la Península, si me permiten otro chiste fácil), ya le ha puesto a la palabra de marras, edesiofobia, la rayita roja que señala error… pero el cacharro acepta encantado y de mil amores cualquier anglicismo idiota e innecesario, el muy tolete o la muy computadora.
A propósito de iglesias o de catedrales, el Papa pasó el otro día por España, con escaso éxito de público y crítica laica y falsamente aconfesional. Estuvo en Santiago (de Compostela) y en Barcelona, que es la ciudad más misteriosa de Europa y parte del extranjero, aunque esto último lo sepa muy poca gente, porque lo bueno del misterio es que esté en boca de unos pocos iniciados. Y conste que yo no les he contado nada, que luego todo se sabe.
En hablando de misterios, si me prometen que esto no va a salir de aquí les cuento un secreto en régimen de gratis total, como los viajes de los políticos y adosados a las sobrevaloradas ferias turísticas y por ahí afuera: la suerte que tiene el Papa es que no está obligado a venir a Lanzarote ni pasar por Tías. En caso contrario, les daría el trabajo hecho y regalado a los dibujantes de El Jueves y otros graciosillos adictos al humor de trazo grueso y al elemental juego de palabras. Remedemos el viejo titular del periodismo sensacionalista americano. Imaginemos por unos segundos al Papa aterrizando en Guacimeta y dando una rueda de prensa (ya, ya sé que el papa no da ruedas de prensa, o da muchísimas menos que Astrid Pérez, pero es que el Papa no ha hecho milagros todavía en los Centros Turísticos que van quedando en Lanzarote, ni acabó con la presidencia interina infinita de María Dolores Luzardo, Loly para los amigos y demás personas piadosas). Supongamos que una periodista lince le pregunta al Santo Padre (que no es padre, y lo de santo lo dejo a la creencia de cada cual) si, además de por San Bartolomé y Arrecife, piensa pasar también con el carricoche blanco o papamóvil níveo por Tías. Supongamos entonces, ya metidos en suposiciones, que el anciano jefe del Vaticano respondiera o respondiese de esta guisa, con ese cantarín acento español propio de turista teutón de toda la vida de Dios:
-¿Dónde estar Tías?
Y ya tienen hecho el pedazo de titular a cinco columnas todos los diarios de papel y digitales: “El Papa llega a Lanzarote y pregunta dónde hay Tías” (de Fajardo, que añadiría don José Saramago).
Ustedes se lo pueden tomar a la broma, si gustan, pero estas cosas son muy serias. Y la Iglesia no se anda con chiquillerías (perdón, he utilizado una palabra inadecuada, dada la última actualidad eclesiástica y pedófila) a la hora de evitar traicioneros equívocos… por más y por mucho que su negocio universal se base, precisamente, en el mayor de los equívocos de toda la historia conocida. Amén.


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