Domingo, 14 Diciembre 2025
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SI LE DIGO LE ENGAÑO. Por Miguel Ángel de León

En vísperas del Día Internacional e Intergaláctico de la Mujer Trabajadora (Santa Josefa Obrera), publicaba El País, el periódico que más ha contribuido a destrozar la lengua española con la excusa de la corrección política, un amplio informe del académico Ignacio del Bosque sobre los disparates que otras academias, medios de (in)comunicación o sindicatos han perpetrado con la excusa de fomentar la “visibilidad de la mujer” (“como para no verlas o mirarlas están algunas, que quitan hasta el sentido”, como diría el machito machista de la esquina).

Bien está que sea el diario que propició esa idiocia colectiva del “ciudadanos y ciudadanas”, del “todos y todas”, de las “concejalas y concejalos” el que termine dándose cuenta, aunque ya sea tarde y con sol porque el gran daño ya está hecho y la confusión ha sido sembrada, del mayúsculo error que supone intentar adecuar un idioma a una ideología política concreta. Lo ha escrito, a consecuencia del trabajo del mencionado académico, otro académico que responde al nombre de Arturo Pérez-Reverte: “Estaba siendo intolerable el matonismo casi indiscutido de las ultrarradicales feminazis, cada vez más crecidas con la impunidad.

Por eso el texto magnífico de Del Bosque es un zapatazo en la boca a los que ceden al chantaje y al miedo al qué dirán. Porque también el feminazismo orgánico, oficial, es un negocio del que trincan pasta muchos. Y, sobre todo, muchas”.

Sobre esta polémica, decía este martes Elvira Lindo que “son los políticos los que popularizan esas tonterías”. Sí, los políticos… y los periodistas que son meras cajas de resonancia, puro eco sin voz propia, de los primeros, como es triste fama y como estamos viendo ahorita mismo de forma tan descarada como vergonzosa en Lanzarote.

Volvamos al surco del 8-M. La mujer, que es la perdición de la especie (masculina), es a su vez su única salvación. En el pecado llevamos otros la penitencia. Y no es más inteligente que el hombre, pero sí más lista (como de aquí a Lima y vuelta de Perú), y más práctica o pragmática. Mientras otros vivimos todo el rato en las nubes, ellas tienen (casi) siempre los pies en el suelo. Elemental: son la madre tierra, la Pacha Mama verdadera. El secreto o la gran verdad del Universo está justo allí donde dijo el grosero (no está permitido escribir “coño” en esta revista, por eso no lo nombro por su nombre cabal). Lo demás es adorno y literatura, incluso científica.

Otro término que ha puesto de moda la nada actual es el palabro “sexista”, que ya repiten como loros –venga o no a cuento- los que no saben lo que hablan, como una tal Ángela Bustillo, que dicen que dijo de más allá que “es sexista que yo no pueda ser miss España [con perdón por el estúpido e innecesario anglicismo] por tener un hijo”. Le respondió a la simplonada otra mujer, Carmen Gallardo, en la mejor revista femenina (ni es feminista ni confina a la mujer a la cocina) que se edita en España y no la publica El País sino El Mundo: “Lo sexista es que en el siglo XXI se permita que las mujeres se presenten a un concurso de feria de ganado”. Insultantes certámenes de belleza, por cierto, presentados muchas veces por algunas despistadas que se reclaman como feministas y te llaman a ti machista si les señalas con el dedo esa clamorosa contradicción. Con estos renglones torcidos se ha escrito siempre la historia.
Asumo con tanta humildad como sentido del humor la mal ganada fama de machista que, a juzgar por habituales comentarios anónimos que algunas envían a los foros digitales o a la dirección del correo electrónico que aparece señalada en esta tribuna, me achacan con tanta injusticia como falta de cintura –precisamente ellas- algunas sufridas lectoras que no me conocen bien (apenas de oídas… o de leídas, pues no todas leen exactamente lo que escribes y, como dice el canario viejo, lo entienden todo por la bragueta). Tanto me da que me da lo mismo, valgan verdades, y ni siquiera pierdo el tiempo en rebatir el error. Tremenda pereza. El que no quiere oír siempre es el más sordo, como de aquí a China.

¿Recuerdan el caso de aquel afamado y barbado columnista de El País Semanal, psicólogo con fama de progre hasta la médula y más enrollado que todas las cosas, que acabó en la cárcel por maltratar a su mujer, a la que estuvo a punto de pasaportar al otro barrio en donde no celebran “ochoemes” ni cosa parecida? ¿Y eso de que quienes más acusan siempre a los demás de crispar la vida política sean precisamente los reyes de la crispación? El doble lenguaje y la doble moral de los más feroces lobos disfrazados de inocentes corderos se adueña del escenario y del paisaje. Vale, hártate hasta el cansancio de sacarle rastrera rentabilidad política y electoral a la mujer (o al homosexual, al transexual y por ahí), pero entonces no la insultes, con la falsa excusa del lenguaje pretendidamente igualitario que sólo te iguala con el necio, llamándola concejala o edila, que son palabros tan ridículos y forzados como los que bien podría utilizar ella en defensa propia llamándote a ti concejalo o edilo, cacho pollabobo.


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