OPINIÓN | El arte de hacer maletas
Por Natalia Ródenas
Aprovechando que pronto llegan las vacaciones (para los más afortunados) vamos a analizar el arte de hacer una maleta, porque no me negaran que hacer una maleta con un mínimo de coherencia es todo un arte. Y más desde que las compañías aéreas nos exigen un tamaño determinado de maleta, un peso máximo… Entonces vas metiendo todo con cuentagotas para no pasarte ni un solo gramo y para evitar el numerito “cebolla”, poniéndote capas y más capas de ropa en el aeropuerto, para vaciar de peso la maleta.
En general, preparar la maleta es algo sumamente engorroso. De hecho, normalmente es el recuerdo más estresante que tenemos de nuestras vacaciones, y no hablemos ya de deshacerla. Hacer la maleta te transforma en un ser nuevo, haces cosas que jamás te habías planteado y por supuesto se rige por la ley del “por si”: Metes ropa de verano “por si” hace calor, ropa de abrigo “por si” hace frío, calzado deportivo “por si” haces deporte (la última vez que hiciste deporte fue en clase de gimnasia en octavo de E.G.B), dos pijamas “por si” te manchas... Ya has metido medio armario pero sigues emperrado en meter cosas absurdas como el despertador (pero ¿no te vas de vacaciones?), el tostón de libro que te trajo Papá Noel hace siete años (estás convencido de que te lo vas a leer ahora), la gabardina “por si” llueve (no te cabe desde hace tres años, pero te la llevas igualmente). Como eres un poco hipocondríaco coges un neceser y metes todas las medicinas del botiquín, por si te duele la cabeza, por si te duele la barriga, por si no vas al baño, por si vas demasiado… llevas más pastillas que los de la ‘ruta del bacalao’.
Cuando ya has llenado la maleta de todo tipo de cosas inútiles llega el momento de cerrarla. Primero lo intentas de modo civilizado, haciendo fuerza con los brazos, aunque está difícil porque obviamente está a punto de reventar. Cuando llevas un rato y ves que el resultado es negativo, optas por subirte encima de ella, y empiezas a dar saltos hasta cerrarla, entonces raudo y veloz le colocas esa cinta elástica para que no se vuelva a abrir. Después le pones ese minúsculo candado y lo cierras con esas ridículas llaves que se doblan con solo mirarlas y que, por supuesto, no vuelves a ver jamás (Por lo que te tocará abrir el candado con una horquilla de pelo). Ya casi está listo tu equipaje, ahora tienes que rellenar tus datos en esa etiquetita de plástico que lleva colgando tu maleta, en la que sólo te cabe la mitad de tu teléfono y que aparece la dirección de tu último viaje (el de fin de curso). Sólo te queda pesar ese pedazo de maletón que has llenado, y por supuesto, lo haces de manera profesional, haciendo verdaderos equilibrios con la báscula del baño.: ¡Feliz Viaje!