Domingo, 14 Diciembre 2025
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DESDE LA TAMAZGHA INSULAR. Por Tomás Quintana

España nos impide tener vuelos directos con Marruecos para dar ventajas a sus regiones. A poco que intentemos movernos desde Canarias tenemos que recorrer más de cuatro mil kilómetros o liarnos con multitud de escalas para llegar a la capital económica, Casablanca, paso obligado para cualquier conexión interior y actividad empresarial o institucional.

Independientemente de las conexiones que las Islas mantienen con los países receptores del turismo europeo, España, respecto de las relaciones de Canarias con Marruecos, mantiene una política en favor de sus propias regiones o Comunidades, relegando nuestras relaciones y comunicaciones con el vecino más próximo. Sólo así se explica que, en el ranking de Exportación -España a Marruecos- de entre diez Comunidades, Canarias aparezca en el noveno lugar, por debajo de Valencia, País Vasco, Murcia y Castilla y León; y, respecto de la Importación, ni siquiera, aparecemos. Los últimos son, Aragón, Navarra, País Vasco y Castilla León. Ranking que pone a las claras lo determinante de la conectividad en las relaciones económicas e incomprensible si tenemos en cuenta que, excepto Andalucía, las Islas Canarias están más próximas a Casablanca que las regiones españolas y más distante de Madrid.

Anacrónicamente, salvo algunas conexiones con Marrakech, las comunicaciones con Marruecos están en relación inversa al tiempo transcurrido desde la fecha en que esa parte de territorio del Sáhara fue descolonizada en 1975 y, los canarios, éramos la mano de obra de la explotación colonial. Es decir, con el tiempo, se pretende mantener una cierta comunicación con esa parte del territorio de Marruecos, como presumiendo un cierto derecho que se proyecta en la incongruencia de que haya más vuelos a Laayoune o DaKhla que a Casablanca, dificultando las comunicaciones de Canarias con el resto. No obstante, gracias al esfuerzo del empresariado canario, albergamos la esperanza de que, con la aparición de Canair, empresa de Binter que nace para reforzar las conexiones aéreas, a medio plazo, operen vuelos con las ciudades marroquíes de Dakhla, Marrakech, Agadir y Casablanca, y, en un futuro, lo hagan a Mauritania, Senegal, Cabo Verde, Ghana y Guinea Ecuatorial, según informaban sus responsables.

En aquellos tiempos en los que las comunicaciones tenían un menor desarrollo, existían más opciones de transportes que hoy, tanto marítimas como aéreas. Distintos operadores como Iberia, la Royal Air Maroc, Reginal Air Lines, etc. además de otras empresas privadas, dinamizaban el negocio de maletas generando más de 10 mil millones de pesetas, según la Cámara de Comercio de Las Palmas. Hoy, el volumen total de negocios de Canarias con Marruecos, no ha crecido en la misma proporción y se explica, particularmente, en las carentes estrategias de conectividad con África que pretendiera paliar las políticas del expresidente Adán Martín y que, hoy, ni se hablan.

Comparativamente, son particularmente reveladoras algunas conexiones marítimas de ferrys entre España y Marruecos, sólo entre Algeciras y Ceuta, hay 41 travesías diarias y con Tánger más de 47. Hoy, entre Canarias y Marruecos, no existe ni un ferry operativo.
Una situación que, no sólo es explicable desde los intereses económicos sino geopolíticos. Mientras España mantiene multitud de conexiones aéreas con la capital de Marruecos desde su capital, con vuelos de distintas compañías, y desde sus principales ciudades, desde el Archipiélago Canario no existe ningún vuelo directo con Casablanca, centro principal de conexión interior y de comunicación con todos los países continentales africanos.

La inmutable realidad geográfica norafricana de nuestras Islas, con sobrada carga política foránea, no por mucho negarla es ajena a los valores determinantes de las relaciones y el éxito de las iniciativas, también, económicas. Si se pretende una participación en el recíproco desarrollo y bienestar con esa parte continental, no sólo será necesario publicitarlo, sino realizar las acciones necesarias para que las comunicaciones y los accesos con los centros de decisión y representación, sean una realidad cotidiana.


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