OPINIÓN: El gobierno insular, nuevo rumbo
DESDE MI ISLA ATLÁNTICA. Por Antonio Coll
Con sorpresa, en minúscula, recibo la ruptura del pacto CC – PP en el Cabildo. La escenografía política de los últimos tiempos en la Isla de Lanzarote se repite. El equilibrio, la armonía y la estabilidad en los pactos políticos son palabras mayúsculas que en la isla son insostenibles y a los hechos me remito. Sólo han pasado siete meses y el grupo de gobierno en la primera institución, con el acuerdo entre nacionalistas y populares, se ha roto a instancia de CC, que ahora opta por pactar con los cuatro consejeros socialistas para conformar el nuevo ejecutivo insular. Sinceramente, desconozco las causas de fondo de la ruptura y en tan corto espacio de tiempo. Sí conocía maniobras de dirigentes del PSOE en el ámbito canario para que CC rompiera con el PP, pero no le concedí mucha importancia, conociendo el perfil del actual presidente Pedro San Ginés y su convencimiento, en su día de que el mejor pacto era con Astrid Pérez (PP). El alejamiento de la política insular de Carlos Espino y la dimisión como consejera de Manuela Armas es cierto que dejó el camino más diáfano para un posible pacto con el PSOE; acuerdo, por otra parte, siempre defendido, desde el principio de la Legislatura, por una fracción de CC, dirigida por Torres Stinga y con mucha influencia en los resortes del poder nacionalista en el ámbito del archipiélago.
Ahora todas las miradas se dirigen a los municipios de Arrecife y Teguise. En la capital, para firmar el mismo pacto se tendría que apoyar en al menos un concejal más del PIL o de Alternativa Ciudadana o del PNL. Uno de los tres tiene la llave para una posible moción de censura al actual alcalde popular Cándido Reguera. En Teguise, la ruptura con el PP es más sencilla, ya que Oswaldo Betancort puede pactar con el PSOE sin ningún problema.
La nueva alianza entre CC-PSOE y las que puedan venir aumentan la confrontación entre nacionalistas y populares, ya iniciada desde el pacto CC-PSOE en el Gobierno de Canarias. El tiempo nos dirá si este nuevo panorama político en la isla va acompañado por la buena eficacia y buena gestión que, al fin de cuentas, es lo que le interesa a la mayoría de los lanzaroteños y residentes. Naturalmente, los nacionalistas se van a enfrentar a una oposición con las aristas bien afiladas, y lo que pueda ocurrir en el futuro nadie lo puede predecir. Espero que la inestabilidad no sea de nuevo la protagonista del devenir de una isla, maltratada desde el interior y desde el exterior.
Simplemente y para terminar, solo decir que la política en Lanzarote es lo que es y punto. Repetitiva y cansina, como la mayoría de las subvencionadas ‘películas españolas’. Y aquí no entro en la legitimidad del nuevo pacto. Esto es otra historia. Mi problema es que a mi edad ya no estoy para muchos sobresaltos y, posiblemente, ya no encajo en esta sociedad lanzaroteña frívola, beligerante, absurda y endiablada. Y lloro por mi isla porque desde hace mucho tiempo se rige por una brújula maléfica que es capaz de engañar hasta a los más preparados y experimentados patrones de la mar.
Y como dice el refrán: “La vida no es cuestión de suerte, es cuestión de elección”. Solo esperar que la nueva andadura del nuevo gobierno insular, conformado por nacionalistas y socialistas, dé la talla y su gestión sea fructífera para los intereses generales de Lanzarote. Y como “el tiempo y la marea a ningún hombre espera”, yo me despido, pero en tierra firme. Tiempo habrá para embarcarse y saber si se ha llegado a buen puerto.