Domingo, 14 Diciembre 2025
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EL FORO DE LOS BALBOS. Por Mar Arias Couce

Los Reyes Magos dejaron en mi casa una bicicleta para mi hijo pequeño, el único de la casa que todavía no se había iniciado en el arte del ciclismo. En principio, se puso muy contento con el regalo, y todos pensábamos que iba a ser un éxito porque se le dan bastante bien los deportes pese a tener 3 años. Juega al fútbol, a las palas, hace sus pinitos al baloncesto y está loco con su patinete, pero lo cierto es que descubrí en él un rasgo ya preadolescente (sí, sí, con 3 años): si algo le exige prestar un mínimo de atención, pasa del tema. Y es que lo de darle a los pedales no parece que sea lo suyo.

Intentamos explicarle como iba el asunto, pero se cerró en banda: “Si no me empujas tú, nada mamá”. Y así recorrimos la avenida de Playa Honda, el sentado en la bici y los demás empujando el cacharro, diciéndole al tiempo: “Así, ves cariño, así hay que hacerlo”. Y él, “ya, ya”. Imagino que pensaría, “Ya sé que es así, pero paso tres pueblos de ponerme a ello”.

Al cabo de un rato, ya cansada de que me hiciera el vacío le amenacé: “Pues si no te molestas en aprender tu bicicleta nueva será para tu hermano”, y me soltó: “Vale mami”, con un tono implícito que parecía querer decir, será lo mejor porque para el caso que le voy a hacer yo. Así están las cosas. El otro día me decía que quería ser astronauta y cuando le dije que los astronautas no toman leche (ni biberones, claro está), ni yogures, me dijo que “él era de los astronautas que si los tomaban”. “Es que no se puede cariño, toman pastillas y no alimentos elaborados” (si ya sé que no es una conversación muy lógica con un chinijo de esa edad, pero qué quieren, he hecho entrevistas a personajes de cierto prestigio mucho menos interesantes y bastante más absurdos y sin excusa para ello), me dijo “es que yo no voy a ser un astronauta de esos, si no de los otros”. Y ahí te deja, pensando en la respuesta un rato sin llegar a conclusiones lógicas de ningún tipo. En el fondo es inteligente adaptar la realidad a tu mundo y no al contrario, como intentamos hacer la mayoría. Otra cosa es que le salga bien el intento.

El otro día, al llegar del cole, le pregunté cómo le había ido y me soltó: “Mal, mamá. Hemos jugado a los legos y la señorita los castigó”. “¿A los legos?”. “Sí, por malos… bueno, y a mí también un poco”. Sólo por el derroche imaginativo que desborda a cada paso me resulta imposible enfadarme con él, y prefiero hacerme a la idea de un mundo de legos criminales y astronautas que beben biberones con gofio. Seguiré intentándolo con la bicicleta, a ver quién se cansa antes de los dos. Me iré preparando los yogures y biberones encapsulados por si se me hace adulto en el intento.


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