OPINIÓN. El peso de las mantas
EL FORO DE LOS BALBOS. Por Mar Arias Couce
Hay días en que el peso de las mantas es superior, infinitamente más fuerte, que la voluntad de ponerse en pie y comenzar un interminable día plagado de tareas, laborales, cotidianas y autoimpuestas. Hay mañanas en que me gustaría volver a ser una niña para que mi única tarea fuera ir al colegio y estudiar. Curiosamente cuando eres niño sueñas con que llegue el momento de dejar el colegio, el instituto y la universidad y comenzar a vivir. Ahora, tal y como están las cosas, parece que, para muchos jóvenes, demasiados, los estudios se han convertido en una condena, el único eslabón que les mantiene unidos a un mundo que se empeña en no hacerles hueco. Mucha gente preparada y pocos trabajos. Mucho dinero y muy mal repartido.
El mundo está mal hecho, eso es algo que todos sabemos, pero es lo que tenemos, lo que nos han dejado los que vinieron antes y lo que nos han encomendado para dejar, en las mejores condiciones posibles, a los que vienen por detrás. Muchas veces pienso en cuando era pequeña y jugar en la calle, en la puerta de mi casa, era algo cotidiano. Tus padres te dejaban estar horas y horas con tus amigos porque no pasaba nada. Ahora, somos incapaces de dejar a nuestros hijos cinco minutos solos porque tenemos miedo de que se los lleven o les hagan algún daño. Antes te animaban a estudiar una carrera para encontrar un buen trabajo.
Ahora animamos a las nuevas generaciones a estudiar para que estén preparados… ¿para qué? Para el día que alguien se anime a solucionar este caos. A impedir que sigan siendo los de siempre los que se rían de todos los demás. Hay días que la cama no te permite levantarte de un salto, no cabe duda. Escuchas la radio (es mi despertador) y te cuentan que ha vuelto a aumentar el número de parados, que una de las mayores compañías áreas del país cierra, prácticamente sin avisar, ¿para qué?, miles de parados más, miles de familias atrapadas en una historia de la que no sabemos el final, te cuentan que aumenta la violencia de género, el maltrato infantil… Y las mantas pesan aún más, y te atrapan con una calidez inusitada, invitándote a no moverte de la cama.
“Mamá, ya es de día y tengo hambre”, te dice una vocecita al oído. Y te plantan un beso pegajoso (los constipados infantiles en invierno en mi casa son una constante) en medio de la cara. Y toda esa energía que no encuentras en ninguna parte, te sacude por dentro. Y les abrazas, y te levantas y comienza un nuevo día. Supongo que, a pesar de todo, el gran motivo para seguir queriendo cambiar el mundo lo tengo delante cada día. Les damos de comer, jugamos con ellos, los llevamos impecables, les contamos cuentos antes de dormir y soñamos con que su mundo será un poco mejor que el nuestro. Sólo por eso merece la pena el esfuerzo.